Que panorama tan distinto al que estamos acostumbrados, es algo tan excelso, tan maravilloso, que con dificultad aceptamos como una realidad; nos cuesta tanto renunciar a lo aprendido desde la niñez, que corremos el enorme peligro de dejar a un lado la propuesta de Dios, el plan maestro de nuestro Creador para que Él pudiera tener compañía semejante, y de esta ma
Estaba pensando entre mí: “Jesús dice tantas cosas de su Santísimo Querer, pero parece que no es comprendido, y aun los mismos confesores parecen dudosos, y delante a una luz tan inmensa no quedan ni iluminados, ni movidos a amar a un Querer tan amable”. Ahora, mientras esto pensaba, mi siempre amable Jesús, poniéndome un brazo en el cuello me ha dicho:
El aislamiento y la soledad de Jesús en medio de las criaturas.
Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús ha venido, y como desde hace algunos días yo me encontraba como atada, tanto que me sentía impotente aun para moverme, me ha dicho tomando mis manos en las suyas:
(1) Como en los días pasados mi adorable Jesús no se hacía ver, yo me sentía desconfiada en la esperanza de tenerlo de nuevo; más bien creía que todo había terminado para mí: visitas de Nuestro Señor y estado de víctima. Pero esta mañana al venir el bendito Jesús, traía una horrible corona de espinas, y se puso junto a mí, lamentándose todo, en actitud de querer un alivio; entonces yo se la he quitado poco a poco, y para darle más gusto la he puesto sobre mi cabeza.