Meditaciones a la Luz de los Escritos de LUISA, por el Dr. Salvador Tomassiny

Imagen de Mariu

Que panorama tan distinto al que estamos acostumbrados, es algo tan excelso, tan maravilloso, que con dificultad aceptamos como una realidad; nos cuesta tanto renunciar a lo aprendido desde la niñez, que corremos el enorme peligro de dejar a un lado la propuesta de Dios, el plan maestro de nuestro Creador para que Él pudiera tener compañía semejante, y de esta manera poder entablar una relación con seres totalmente semejantes, recreándose en el amar y ser amado en plenitud, pero una plenitud divina, no plenitud de criatura.

 

Hemos ya mencionado la causa por la que nos fueron dadas nuestra vida y voluntad humanas, causa de absoluta necesidad para poder participar de uno de los atributos de nuestro Creador, sin el cual la semejanza, y la relación mutua de amor nunca se hubiera podido dar, «LA LIBERTAD»

 

Era ésta su función, aceptar libremente la participación de la naturaleza divina.  Sin embargo, ¡horrendo el decirlo…! Nuestra voluntad lo echó todo por tierra.  Ella falsifica todo el obrar de la criatura:

 

“…¡Oh! cuántas almas falsifican la verdadera devoción y profanan las obras más santas con la propia voluntad, buscándose siempre a sí mismas.  Y si también en las cosas santas se busca el modo y el «gusto» propio y la satisfacción de sí misma, se encuentra a sí misma, huye Dios, y no lo encuentra más"Julio 31, 1904

 

La voluntad humana, del papel otorgado a ella por Dios, se convirtió en el enemigo principal tanto del hombre como de Dios mismo, la cual, en el mejor de los casos, nos presenta a la Divina Voluntad como una santidad más, lo que nos impide en manera absoluta acceder a Ella.

 

Dice Jesús a Luisa: Hija mía, ¿tú crees que la santidad de mi Voluntad sea una santidad como las otras santidades?

 

¿Un bien, una gracia casi al parejo de las otras que he hecho durante tantos siglos a los demás santos y a toda la Iglesia?  No, no, aquí se trata de una época nueva, de un bien que debe servir a todas las generaciones, y sobre todo a Dios, pues Voluntad Divina significa: dar Dios a Dios, desahogo divino y transformación de naturaleza humana en Divina, comunicación de virtud creadora, abrazar el infinito, elevarse en el Eterno y tomar como en un puño la eternidad para decir a Dios:  ‘Desde la eternidad yo te amaba, tu Voluntad no tiene principio, es eterna Contigo, y yo en Ella te amaba con amor sin principio y sin fin’.  ¿Qué cosa es mi Voluntad?  Es todo”. (Mayo 22, 1927)

 

Esta santidad se trata del prodigio más grande que pueda existir, así nos lo manifiesta el mismo Jesús en el siguiente dictado:

 

"Hija querida mía, amo tanto estos actos hechos en mi Querer, que en cuanto el alma entra en Él para obrar, la sombra de mi luz la circunda y Yo corro para hacer que mi acto y el suyo sean uno solo.  Yo soy el acto primero de toda la Creación, y sin mi primer movimiento todas las cosas creadas quedarían paralizadas, sin fuerza e incapaces de un mínimo movimiento; la vida está en el movimiento, sin él todo está muerto, por tanto Yo soy el primer movimiento, que doy vida y actitud a todos los demás movimientos, así que a mi primer movimiento la Creación se pone en movimiento; sucede como en una máquina, al toque del primer movimiento del primer engrane, todos los otros se ponen en movimiento.  Mira entonces como es casi natural que quien obra en mi Voluntad se mueve en mi primer movimiento, y obrando en el mío viene a encontrarse y obra en el movimiento de todas las criaturas; y Yo veo a la criatura, la siento, porque corriendo en mi mismo movimiento y en todos los movimientos de las criaturas, me da tantos actos divinos por cuantos actos humanos ofensivos hacen todas las demás, y esto sólo porque ha obrado en mi primer movimiento, por eso digo que quien vive en mi Querer me sustituye por todos, me defiende de todos y pone a salvo mi movimiento, es decir, mi misma Vida.  He aquí por qué el obrar en mi Querer es el prodigio de los prodigios, pero sin estrépitos, sin aclamaciones humanas, pero es mi verdadero triunfo sobre toda la Creación, y siendo el triunfo todo divino, lo humano calla y no tiene palabras adecuadas para aclamar el triunfo de mi Suprema Voluntad". (Abril 9, 1923)

 

Todo esto para dios, pero el hombre tiene también sus enormes privilegios, ya que conteniendo todos los bienes esta Divina Voluntad, el hombre se aquieta encontrando el alimento para todo su ser, veámoslo:

 

“Continuando mi habitual estado, me sentía más que nunca amargada por su privación. En un instante me he sentido como absorbida en la Voluntad de Dios, y sentía todo mi interior tranquilo, de modo de no sentirme más a mí misma, sino en todo al Querer Divino, y yo decía para mí: “¡Qué fuerza, qué encanto, qué atractivo contiene esta Divina Voluntad, que hace que me olvide de mí misma, y hace correr en todo al Querer Divino!” Mientras estaba en esto se ha movido en mi interior y me ha dicho:

 

“Hija mía, como la Divina Voluntad es el único alimento sustancioso, que contiene todos los sabores y los gustos adecuados al alma, en Ella el alma encuentra su alimento exquisito y se tranquiliza; el deseo encuentra su alimento y piensa en apacentarse lentamente, y se forma sin desear otra cosa; la inclinación no tiene hacia donde tender, porque ha encontrado el alimento que la satisface; la propia voluntad no tiene otra cosa que querer, porque se ha dejado a sí misma, que formaba su tormento y ha encontrado la Voluntad Divina que forma su felicidad; ha dejado la pobreza y ha encontrado la riqueza, no humana sino Divina; en suma, todo el interior del alma encuentra su alimento, es decir su trabajo en el cual queda ocupada y absorbida, tanto que no puede hacer nada más, porque en este alimento y trabajo, mientras encuentra todos los contentos, encuentra tanto qué hacer y aprender, y gustar siempre nuevas cosas, que el alma de una ciencia menor aprende ciencias mayores, y siempre queda qué aprender; de cosas pequeñas pasa a cosas grandes, de un gusto pasa a otros gustos, y siempre queda algo más de nuevo por gustar en este ambiente de la Divina Voluntad”. (Diciembre 15, 1906)

 

Y una vez que la criatura ha llegado a ésta, ha llegado al  punto más alto que puede existir en el Cielo y en la tierra.

 

...Y yo: “Jesús, siempre estamos aquí, en tu Voluntad, parece que no tienes otra cosa qué decir”.

Y Jesús: “Mi Voluntad es el punto más alto que puede existir en el Cielo y en la tierra, y cuando el alma ha llegado a Ella, ha sojuzgado todo y ha hecho todo, y no le queda más que morar en lo alto de estas alturas, gozárselas y comprender siempre más esta mi Voluntad, aún no bien comprendida ni en el Cielo ni en la tierra. Se necesita tiempo para estarnos, porque poquísimo has comprendido y mucho te queda por comprender, mi Voluntad es tal, que quien la hace puede decirse dios de la tierra, y como mi Voluntad forma la beatitud del Cielo, así estos dioses que hacen mi Voluntad forman la beatitud de la tierra y de quienes les están junto, y no hay bien que sobre la tierra exista, que no se deba atribuir a estos dioses de mi Voluntad, o como causa directa o indirecta, pero todo a ellos se debe. Y así como en el Cielo no hay felicidad que de Mí no salga, así en la tierra no hay bien que exista que no venga de ellos”. (Noviembre 27, 1913)

 

En un principio el alma debe conocer las verdades, punto principal para acceder a la Divina Voluntad, como lo hemos comentado antes.  Una vez conocidas, ahora debe suspirarlas, y para ello se debe disponer a pedir, a rogar le sea dado este Don, por lo que en un principio se deberá pedirlo en préstamo, a lo que Jesús accederá gustoso, y conforme vaya viendo si el alma responde o no, si en verdad se encuentra pronta a continuar a pesar de cualquier obstáculo que se pudiera presentar, el préstamo será cada vez por más tiempo, hasta el día en que esté seguro que el alma no rechazará el Don por el motivo que fuere, entonces se le dará en posesión.  Vamos a leer algo relacionado con ello:

 

"Hija mía, es verdad que el vivir en mi Querer es un don, y es el poseer el don más grande, pero este don que contiene valor infinito, que es moneda que brota a cada instante, que es luz que nunca se apaga, que es sol que jamás tiene ocaso, que pone al alma en su lugar establecido por Dios en el orden divino, y por lo tanto toma su lugar de honor y de soberanía en la Creación, no se da sino a quien está dispuesto, a quien no debe hacer despilfarro, a quien debe estimarlo tanto y amarlo más que la propia vida, es más, debe estar pronto a sacrificar la propia vida para hacer que este don de mi Querer tenga la supremacía sobre todo y sea tenido en cuenta más que la propia vida, más bien, su vida como una nada en comparación a Él.  Por eso primero quiero ver que el alma quiere hacer en verdad mi Voluntad y nunca la suya, pronta a cualquier sacrificio para hacer la mía, en todo lo que hace pedirme siempre, aun como préstamo el don de mi Querer.  Entonces Yo, cuando veo que nada hace sin el préstamo de mi Querer, lo doy como don, porque con pedirlo y volver a pedirlo ha formado el vacío en su alma donde poner este don celestial, y con haberse habituado a vivir con el préstamo de este alimento divino, ha perdido el gusto del propio querer, su paladar se ha ennoblecido y no se adaptará a los alimentos viles del propio yo; por eso, viéndose en posesión del don que ella tanto suspiraba, anhelaba y amaba, vivirá de la vida de aquel don, lo amará y lo tendrá en la estima que merece.  ¿No condenarías tú a un hombre que lleno de afecto pueril hacia un niño, sólo para que le estuviese un poco en su compañía entreteniéndose juntos, le diese un billete de mil, y el niño no conociendo el valor, después de algunos momentos lo rompa en mil pedazos?  Pero si en cambio primero lo hace desear, luego le hace conocer el valor, después el bien que le puede hacer ese billete de a mil y luego se lo da, aquel niño no lo hará pedazos, sino que ira a guardarlo bajo llave, apreciando el don y amando más al donador, tú alabarías a ese hombre que ha tenido la habilidad de hacer conocer el valor del billete al pequeño niño.  Si esto hace el hombre, mucho más Yo que doy mis dones con sabiduría, con justicia y con verdadero amor; he aquí entonces la necesidad de las disposiciones, del conocimiento del don y de la estima y aprecio y del amar al mismo don.  Por eso, como precursor del don de mi Voluntad que quiero hacer a la criatura es el conocimiento de Ella, el conocimiento prepara el camino, el conocimiento es como el contrato que quiero hacer del don que quiero dar, y por cuanto más conocimiento envío al alma, tanto más es estimulada a desear el don y a solicitar al Divino Escritor que ponga la última firma, que el don es suyo y lo posee.  Entonces, la señal de que quiero hacer don de mi Querer en estos tiempos, es el conocimiento de Él, por eso sé atenta en no dejar escapar nada de lo que te manifiesto sobre mi Voluntad, si quieres que Yo ponga la última firma del don que suspiro dar a las criaturas." (Diciembre 25, 1925) 

 

¿Qué se requiere para que nos sea proporcionado el “Don”?  Hacer vida continua, o sea actos continuados, pues una vida no se puede desarrollar donde no existe continuación de ellos; pobre vida, ahora late, ahora no; ahora respira, ahora no; a esto se le puede dar el nombre que se quiera, pero “vida”, JAMÁS.  Es debido a esto que nos es confirmado éste, cuando la Divinidad está segura de nuestra decisión, cuando nuestros actos se sucedan sin interrupciones, para no arriesgar su propia Vida.

 

“Cada acto hecho en mi Divina Voluntad forma el alimento para alimentar los actos pasados hechos en Ella, porque tantos actos unidos juntos han formado su Vida en el alma, y la vida no se puede conservar y crecer sin alimento, por eso un acto sirve para conservar el otro y para formar la Vida de mi Voluntad en la criatura, los repetidos actos forman el agua para regarla, el aire para darle el respiro continuo a esta Vida toda de cielo, el latido para hacerle sentir el continuo latido de mi Querer, el alimento para conservarla en vida.  Y así como el cuerpo no puede vivir sin alimento, sin aire que lo haga respirar continuamente, y sin latido que le dé el movimiento a toda la vida, y no basta haber tomado el alimento alguna vez, respirar y palpitar a intervalos para poder formar la vida humana, sino siempre, siempre, porque sólo los actos continuos tienen virtud de formar vida, de otra manera la vida se apaga, así quien quiere formar en ella la Vida de mi Querer, tiene la necesidad de actos repetidos, de modo que a esta Vida no le debe faltar ni el aire para hacerla respirar, ni el alimento para alimentarla, ni el calor, ni la luz, para hacerle sentir la Vida del cielo en su alma.  Por eso no te preocupes de otra cosa, sino siempre adelante en mi Divina Voluntad". (Noviembre 20, 1930)

 

Con esto último, se ponen de manifiesto dos cosas:

 

1,- El dar el Don es de Dios.  Sólo Él tiene la capacidad de comunicarlo.  Él desea hacerlo a todas las criaturas, por lo que podemos estar seguros que con decirlo, se ha comprometido a dar los bienes que sus verdades encierran.

 

2.- A la criatura le toca la constancia en ponerlo en práctica.  Aquí Dios propone dar su Don, pero es el hombre el que dispone el recibirlo o no.

 

Todo está hecho por parte de Él, lo único que permanece en la incógnita es si lo aceptamos o no.

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