La Divina Voluntad es luz, y quien de Ella vive se vuelve luz. Jesús habita en quien vive en la Divina Voluntad como lo hizo en su Humanidad.
Después de haber pasado días amarguísimos de privación de mi dulce Jesús, de mi vida, de mi todo, mi pobre corazón no podía más y decía entre mí: “Qué dura suerte me estaba reservada, después de tantas promesas me ha dejado. ¿Dónde está ahora su amor? ¡Ah, quién sabe si no he sido yo la causa de su abandono, haciéndome indigna de Él! ¡Ah, tal vez aquella noche en la que me quería hablar de las desgracias del mundo, y habiéndome comenzado a decir que el corazón del hombre aún está sediento de sangre y que las guerras aún no han terminado, porque la sed de sangre todavía no se apaga en el corazón humano, y yo le dije: “Jesús, siempre me quieres hablar de estas desgracias, hagámoslas a un lado, hablemos de otra cosa”. Y Él, afligido, hizo silencio. ¡Ah! tal vez se ofendió. Vida mía, perdóname, no lo volveré a hacer, pero ven”.
Mientras esto y otros desatinos decía, he sentido perder los sentidos y veía dentro de mí a mi dulce Jesús, solo y taciturno que caminaba de un lugar a otro de mi interior, y como si ahora tropezara en un punto, ahora se golpeara en otro. Yo estaba toda confundida y no me atrevía a decirle nada, pero pensaba: “¿Quién sabe cuántos pecados hay en mí que hacen tropezar a Jesús?” Pero Él todo bondad me miraba, parecía cansado y goteaba sudor, y me ha dicho:
“Hija mía, pobre mártir, no de fe sino de amor, mártir no humana sino divina, porque tu más cruel martirio es mi privación, la cual te pone el sello de mártir divina, ¿por qué temes y dudas de mi amor? Y además, ¿cómo puedo dejarte?
Yo habito en ti como en mi Humanidad, y como en Ella encerraba a todo el mundo entero, así lo encierro en ti; ¿no has visto que mientras caminaba, ahora tropezaba y ahora me golpeaba? Eran los pecados, las almas malas que encontraba, qué dolor a mi corazón, es desde dentro de ti que divido la suerte del mundo, es tu humanidad que me da reparación, como hacía mi Humanidad a mi Divinidad.
Si mi Divinidad no tuviera a mi Humanidad que le hiciera todas las reparaciones, las pobres criaturas no tendrían ninguna salvación, ni en el tiempo ni en la eternidad, y la divina justicia miraría a la criatura ya no como suya, que mereciera la conservación, sino como enemiga que merecería la destrucción.
Ahora mi Humanidad es gloriosa, y me es necesaria una humanidad que pueda dolerse, sufrir, dividir junto Conmigo las penas, amar junto Conmigo a las almas y poner la vida para salvarlas, y te he escogido a ti, ¿no estás contenta por ello? Por eso quiero decirte todo, mis penas, los castigos que merecen las criaturas, a fin de que en todo tomes parte y hagas una sola cosa Conmigo. Y es por esto también por lo que te quiero a la altura de mi Voluntad, porque adonde no puedes llegar con tu voluntad, con la mía llegarás a todo lo que conviene al oficio de mi Humanidad; por eso no temas más, no me aflijas con tus penas, con los temores de que pueda abandonarte, tengo ya bastante con las demás criaturas; ¿quieres acrecentar mis penas con las tuyas? No, no, está segura, tu Jesús no te deja”.
Después ha regresado de nuevo, haciéndose ver crucificado, y transformándome en Él, y en sus penas ha agregado:
“Hija mía, mi Voluntad es luz, y quien de Ella vive se convierte en luz, y como luz fácilmente entra en mi luz purísima y tiene la llave para abrir y tomar lo que quiera. Pero una llave para abrir debe estar sin herrumbre, no estar sucia, y la misma cerradura debe ser de fierro, de otra manera la llave no puede abrir.
Así el alma, para abrir con la llave de mi Querer, no debe mezclar la herrumbre de su voluntad ni la sombra del fango de las cosas terrenas, sólo así podemos combinarnos juntos y ella hacer lo que quiere de Mí, y Yo lo que quiero de ella”.
Después de esto he visto a mi Mamá y a mi confesor difunto, y yo quería decirles mi estado, y Ellos han dicho:
“En estos días has estado en peligro de que el Señor te suspendiera del todo del estado de víctima, y Nosotros y todo el purgatorio y el Cielo hemos rogado mucho, y cuánto hemos hecho para que el Señor no lo hiciera. De esto podrás comprender cómo la justicia está colmada aún de graves castigos, por eso ten paciencia y no te canses”. Vol. 12 del 25 de Enero de 1919
Todo lo que se hace en la Voluntad de Dios se vuelve luz.
Continuando mi habitual estado, mi adorable Jesús se hacía ver dentro de una inmensidad de luz, y yo nadaba en esa luz, así que me la sentía correr en los oídos, en los ojos, en la boca, en todo, y entonces Jesús me dijo:
“Hija mía, quien hace mi Voluntad, si obra, la obra se vuelve luz, si habla, si piensa, si desea, si camina, etc., las palabras, los pensamientos, los deseos, los pasos, se cambian todos en luz, pero luz tomada de mi Sol, así que mi Voluntad atrae con tanta fuerza a quien hace mi Querer, que lo hace girar siempre en torno a esta luz, y a medida que gira, más luz toma, luz que la tiene como raptada en Mí” Vol. 11-74 Abril 5, 1914