La vida es una preparación de regreso a la Casa del Padre
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¡Oh Jesús mío! Dulce prisionero de amor, heme aquí contigo de nuevo; te dejé con decirte “adiós”, y ahora vuelvo a Ti diciéndote “buenos días.” Me consumía el ansia de volverte a ver en esta prisión de amor para darte mis amorosos saludos, mis latidos afectuosos, mis respiros encendidos, mis deseos ardientes, y toda yo misma para transfundirme toda en Ti y dejarme toda en Ti en perpetuo recuerdo y prenda de mi amor constante hacia Ti.
¡Oh Jesús mío! Prisionero celestial, ya el sol está en el ocaso y las tinieblas invaden la tierra, y Tú quedas solo en el tabernáculo de amor. Me parece verte triste por la soledad de la noche, no teniendo en torno a Ti la corona de tus hijos y de tus tiernas esposas, que al menos te hagan compañía en tu voluntario cautiverio.
Dios cumplirá la tercera renovación de la humanidad, manifestando lo que hacía su Divinidad en su Humanidad.
Luisa Piccarreta, a quien Jesús llamaba "la pequeña hija de la Divina Voluntad" durante sus coloquios espirituales, nos transmitió los profundos conocimientos que adquirió a lo largo de su vida. Estos conocimientos, que ella integró plenamente en su existencia, constituyen su legado espiritual.
Continuando mi habitual estado, estaba fundiéndome toda en el Santo Querer de mi dulce Jesús, y rezaba, amaba y reparaba; y Él me ha dicho:
Para entrar en el Divino Querer, la criatura no debe hacer otra cosa que quitar la piedrecilla de su voluntad.
Mientras pensaba en el Santo Querer Divino, mi dulce Jesús me ha dicho: