Las Horas de la Pasión

Lavatorio de los pies

Pero, oh mi Jesús, parece que tu amor no tiene reposo, veo que de nuevo haces sentarse a tus amados discípulos, tomas una palangana con agua, te ciñes una blanca toalla y te postras a los pies de los apóstoles, en un acto tan humilde que te atrae la mirada de todo el Cielo y lo hace permanecer estático, los mismos apóstoles se quedan casi sin movimiento al verte postrado a sus pies. 

Pero dime amor mío, ¿Qué quieres? ¿Qué pretendes con este acto tan humilde, humildad jamás vista y que jamás se verá? 

Promesas de Jesús

…Estaba escribiendo las horas de la Pasión y pensaba entre mí: “Cuántos sacrificios para escribir estas benditas horas de la Pasión, especialmente por tener que poner en el papel ciertos actos internos que sólo entre yo y Jesús han pasado, ¿cuál será la recompensa que Él me dará por esto?” 

A cada pensamiento sobre la Pasión, el alma toma luz de Jesús.

Continuando mi habitual estado, mi adorable Jesús se hacía ver todo circundado de luz que le salía de dentro de su Santísima Humanidad, que lo embellecía en modo tal de formar una vista encantadora y raptora, yo quedé sorprendida y Jesús me dijo: 

“Hija mía, cada pena que sufrí, cada gota de sangre, cada llaga, oración, palabra, acción, paso, etc., produjo una luz en mi Humanidad capaz de embellecerme en modo tal, de tener raptados a todos los bienaventurados. 

Judas y las Horas de la Pasión

“Hija mía, el primer significado de la Pasión contiene gloria, alabanza, honor, agradecimiento, reparación a la Divinidad. 

El segundo es la salvación de las almas y todas las gracias que se necesitan para obtener esta finalidad. 

Entonces, quien participa en las penas de mi Pasión, su vida contiene estos mismos significados, no sólo, sino que toma la misma forma de mi Humanidad, y como dicha Humanidad está unida con la Divinidad, también el alma que participa en mis penas está en contacto con la Divinidad y puede obtener lo que quiere. 

Jesús en el Huerto de los Olivos

Conclusión de la Agonía 

Agonizante Jesús, mientras parece que está por apagarse tu vida, oigo ya el estertor de la agonía, veo tus bellos ojos eclipsados por la cercana muerte, tus santísimos miembros abandonados, y frecuentemente siento que no respiras más, y siento que el corazón se me rompe por el dolor.