Encontrándome en mi habitual estado, estaba deseando al niño Jesús, y después de mucho esperar se ha hecho ver en mi interior como pequeño niño, y me decía:
A la edad de diecisiete años, me preparé a la fiesta de la Santa Navidad practicando diferentes actos de virtud y mortificación, honrando especialmente los nueve meses que Jesús estuvo en el seno materno con nueve horas de meditación al día, referentes siempre al misterio de la Encarnación.
“Hija mía, toda mi Vida fue un solo acto proveniente de aquel acto único del Eterno, que no tiene sucesión de actos, Y si bien en miHumanidad externamente se haya visto gradualmente la sucesión de los diversos actos de mi Vida, es decir, mi concepción, mi nacimiento, crecimiento, obras,
Después de esto pensaba entre mí: “Mi dulce Jesús exalta tanto la felicidad del Reino del Fiat Supremo, sin embargo Él mismo, que era la misma Voluntad Divina, mi Madre Celestial que la poseía íntegra, no fueron felices sobre la tierra, más bien fueron los que más sufrieron en la tierra; también de mí misma, que dice que soy la hija primogénita de su Voluntad, me ha tenido cuarenta y tres y más años confinada dentro de una cama, y sólo Jesús sabe lo que he sufrido, es verdad que he sido prisionera feliz y no cambiaría mi feliz suerte aunque me ofrecieran cetros y coronas, porque lo que me