DE REGRESO A CASA EN LA DIVINA VOLUNTAD
Lo que falta del trayecto para el feliz y definitivo Encuentro, será con el olvido de mi misma, de lo que a mi me parece mejor,, para poder determinarme a lograrlo, recordaré cuanto dolor y desgracias he vivido, cuando mi voluntad humana ha actuado por su cuenta y riezgo, sin tomar el parecer de mi amado Padre, que siempre ha tenido dispuesto lo mejor para mi.
Olvido de mi misma para hacer de mis actos Obra Divina, sin buscar mi propia honra o mi provecho, sino la Gloria de Dios y el agrado de su Corazón.
Olvido para disponer todo para aprender en cada paso ¡NO LO QUE YO, SINO LO QUE EL QUIERA, NO COMO YO SINO COMO EL LO QUIERE, NO CUANDO YO SINO CUANDO EL LO DETERMINE!.
El tiempo, el modo, las circunstancias de mis obras para hacerlas Divinas, no han de ser a mi gusto y con mi sola voluntad, sino en la Divina Voluntad.
Del Salmo 118:
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor. R/.
Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón. R/.
Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos. R/.
En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti. R/.
Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras. R/.
Ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu voluntad.
Vivir en el Divino Querer forma una prisión a Jesús en el alma y al alma en Jesús.
Encontrándome en mi habitual estado, estaba diciendo a mi dulce Jesús que si quería que saliera de mi habitual estado, que cómo era posible que después de tanto tiempo no me contentara en esto, y Él me ha dicho:
“Hija, quien hace mi Voluntad y vive en mi Querer, pero no por poco tiempo, sino por un período de vida, me forma como una prisión en su corazón, toda de mi Voluntad, así que al ir haciendo mi Voluntad y tratando de vivir en mi Querer, así va levantando los muros de esta divina y celestial prisión, y Yo con sumo contento mío me quedo prisionero dentro, y conforme el alma me absorbe a Mí, Yo la absorbo a ella en Mí, de manera de formar en Mí su prisión; así que ella ha quedado aprisionada en Mí y Yo aprisionado en ella; entonces, cuando el alma quiere alguna cosa, Yo le digo:
‘Tú has hecho siempre mi Voluntad, es justo que Yo alguna vez haga la tuya.’
Mucho más que viviendo esta alma de mi Voluntad, lo que quiere puede ser fruto, deseo de mi misma Voluntad que vive en ella; por eso no te preocupes, cuando sea necesario Yo haré tu voluntad.” Volumen 12 Noviembre 7 1918.
La Redención y el Reino de Dios
¿Para qué vino Jesús al mundo?
Muchos dirán: "Jesús vino para salvarnos del pecado". Pero, ¿te has puesto a pensar en todo lo que eso significa, en el sentido completo de la palabra "salvación"?
Jesús vino al mundo esencialmente por dos motivos: por Dios y por la criatura.
Veamos una parábola que nos ilustra más claramente esta gran verdad:
Parábola del Rey, el Hijo y el Obrero
"Un rey contrató un obrero que amaba muchísimo para que le pintara y adornara su habitación real, pero el obrero no quiso hacer lo que debía, y no sólo no pintó y adornó la habitación del rey, sino que comenzó a destruirla y echarla abajo. Cuando el rey se dio cuenta de lo que hizo y lo que no hizo aquél hombre, por su justicia se vio obligado a condenar a muerte aquél inicuo obrero, pero el hijo del rey, lleno de amor por aquél hombre, decidió, con el consentimiento de su Padre, reconstruir la habitación del rey y pintarla y adornarla como a su padre le gusta, y recibir en sí mismo la condena que merecía el obrero; luego, el hijo del rey le dio a ese hombre todos los méritos que él debía recibir al haber hecho siempre la voluntad de su padre amadísimo, y murió feliz al saber que un día aquél obrero iba a tomar todos los bienes que había adquirido para él, convirtiendo a aquél obrero en 'hijo del rey'."
Ahora bien:
Como podemos darnos cuenta, el obrero es el hombre, el rey es el Padre Celestial y el hijo del rey es Jesús.
El hombre, antes de pecar, era perfecta "imagen y semejanza de Dios"
, es decir, que si Dios es eterno, el hombre también era eterno; si Dios es perfecto, el hombre también era perfecto; si Dios es omnipotente, el hombre también lo era, pues todo lo que el hombre quería lo podía hacer, pues sólo quería lo que Dios quería. Esto es lo que significa ser una perfecta "imagen y semejanza de Dios". El hombre era un "pequeño Dios sobre la tierra", pues como lo enseña nuestra amada Madre Iglesia, era por gracia todo lo que Dios es por naturaleza, ya que poseía la Voluntad de Dios como vida, su voluntad humana era una sola con la Voluntad de Dios. Lo que Dios quería, lo quería el hombre con la misma intensidad y potencia.
Dios le había dado al hombre la creación como habitación, así como al hombre lo creó para que fuera la habitación de Dios.
Y Dios, siendo amor y no sabiendo hacer otra cosa más que amar, le mandaba su amor al hombre a través de muchos medios, para que a su vez, el hombre le correspondiera con el mismo amor con el que Dios lo amaba. Esos medios eran toda la creación, todos sus actos, todas las circunstancias, en las que nuestro Creador se deleitaba en hacer llover a torrentes su amor al hombre, y el hombre hacía feliz a Dios, correspondiéndole a su amor perfectamente, dándole gloria completa, infinita, pues amaba a Dios con la misma vida de su Voluntad Divina que poseía en su alma; sus actos eran actos divinos, pues era Dios mismo el que obraba en cada uno de sus actos; es por eso que esos actos podían satisfacer en todo a Dios.
Pero cuando el hombre pecó, su voluntad humana ya no estuvo unida con la Voluntad de Dios y perdió esa semejanza con Dios
, ya no obraba como Dios, ya no era uno con Dios, ya no le daba a Dios gloria perfecta y completa, pues sus actos ya no llevaban el sello de lo divino, ya no era Dios quien obraba en sus actos sino el hombre mismo, apartado de la Voluntad de Dios.
Pero Dios no iba a dejar que su maravillosa obra maestra: el hombre, se quedara en el abismo de los males y la gloria de Dios incompleta.
No, es por eso que de inmediato nos anuncia la redención, en la que Dios mismo, descendiendo a la tierra, nos libera del pecado, nos hace resucitar y nos abre las puertas del cielo, dándole al mismo tiempo perfecta gloria a Dios.
Jesús vino para darle la gloria completa al Padre, que las criaturas le habían negado al apartarse de su Divina Voluntad.
Vino a restituirle todo el amor, la adoración, el homenaje, que todos deberíamos haberle dado y no le dimos. En fin, vino para corresponderle por todos, haciendo lo que cada uno de nosotros debía haber hecho. Esto lo podemos comparar en la parábola con el hijo del rey que pinta, adorna y embellece la habitación del rey, haciendo lo que debía haber hecho el obrero.
Pero también vino por las criaturas.
El hombre, por haberse apartado de la Voluntad de Dios, haciendo la suya, desobedeciéndole a aquél que lo creó, le dio muerte a la vida divina que tenía en su alma, por eso merecía la muerte; con su pecado se le habían cerrado las puertas del cielo y alguien tenía que salvarlo de la muerte eterna, no podía ser él mismo. Entonces, ¿quien sería? El mismo Dios, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, Jesús, que se hizo verdadero Dios y verdadero hombre, como lo enseña la Iglesia.
Jesús vino a reconstruir el interior del hombre y devolvernos todo lo que habíamos perdido, la vida divina, el cielo; nos dio todos los méritos que había adquirido para nosotros, para que volviéramos a entrar al orden, al puesto y a la finalidad para la cual fuimos creados.
¿Para qué vino Jesús al mundo?
Muchos dirán: "Jesús vino para salvarnos del pecado". Pero, ¿te has puesto a pensar en todo lo que eso significa, en el sentido completo de la palabra "salvación"?
Jesús vino al mundo esencialmente por dos motivos: por Dios y por la criatura.
Veamos una parábola que nos ilustra más claramente esta gran verdad:
Parábola del Rey, el Hijo y el Obrero
"Un rey contrató un obrero que amaba muchísimo para que le pintara y adornara su habitación real, pero el obrero no quiso hacer lo que debía, y no sólo no pintó y adornó la habitación del rey, sino que comenzó a destruirla y echarla abajo. Cuando el rey se dio cuenta de lo que hizo y lo que no hizo aquél hombre, por su justicia se vio obligado a condenar a muerte aquél inicuo obrero, pero el hijo del rey, lleno de amor por aquél hombre, decidió, con el consentimiento de su Padre, reconstruir la habitación del rey y pintarla y adornarla como a su padre le gusta, y recibir en sí mismo la condena que merecía el obrero; luego, el hijo del rey le dio a ese hombre todos los méritos que él debía recibir al haber hecho siempre la voluntad de su padre amadísimo, y murió feliz al saber que un día aquél obrero iba a tomar todos los bienes que había adquirido para él, convirtiendo a aquél obrero en 'hijo del rey'."
Ahora bien:
Como podemos darnos cuenta, el obrero es el hombre, el rey es el Padre Celestial y el hijo del rey es Jesús.
El hombre, antes de pecar, era perfecta "imagen y semejanza de Dios"
, es decir, que si Dios es eterno, el hombre también era eterno; si Dios es perfecto, el hombre también era perfecto; si Dios es omnipotente, el hombre también lo era, pues todo lo que el hombre quería lo podía hacer, pues sólo quería lo que Dios quería. Esto es lo que significa ser una perfecta "imagen y semejanza de Dios". El hombre era un "pequeño Dios sobre la tierra", pues como lo enseña nuestra amada Madre Iglesia, era por gracia todo lo que Dios es por naturaleza, ya que poseía la Voluntad de Dios como vida, su voluntad humana era una sola con la Voluntad de Dios. Lo que Dios quería, lo quería el hombre con la misma intensidad y potencia.
Dios le había dado al hombre la creación como habitación, así como al hombre lo creó para que fuera la habitación de Dios.
Y Dios, siendo amor y no sabiendo hacer otra cosa más que amar, le mandaba su amor al hombre a través de muchos medios, para que a su vez, el hombre le correspondiera con el mismo amor con el que Dios lo amaba. Esos medios eran toda la creación, todos sus actos, todas las circunstancias, en las que nuestro Creador se deleitaba en hacer llover a torrentes su amor al hombre, y el hombre hacía feliz a Dios, correspondiéndole a su amor perfectamente, dándole gloria completa, infinita, pues amaba a Dios con la misma vida de su Voluntad Divina que poseía en su alma; sus actos eran actos divinos, pues era Dios mismo el que obraba en cada uno de sus actos; es por eso que esos actos podían satisfacer en todo a Dios.
Pero cuando el hombre pecó, su voluntad humana ya no estuvo unida con la Voluntad de Dios y perdió esa semejanza con Dios
, ya no obraba como Dios, ya no era uno con Dios, ya no le daba a Dios gloria perfecta y completa, pues sus actos ya no llevaban el sello de lo divino, ya no era Dios quien obraba en sus actos sino el hombre mismo, apartado de la Voluntad de Dios.
Pero Dios no iba a dejar que su maravillosa obra maestra: el hombre, se quedara en el abismo de los males y la gloria de Dios incompleta.
No, es por eso que de inmediato nos anuncia la redención, en la que Dios mismo, descendiendo a la tierra, nos libera del pecado, nos hace resucitar y nos abre las puertas del cielo, dándole al mismo tiempo perfecta gloria a Dios.
Jesús vino para darle la gloria completa al Padre, que las criaturas le habían negado al apartarse de su Divina Voluntad.
Vino a restituirle todo el amor, la adoración, el homenaje, que todos deberíamos haberle dado y no le dimos. En fin, vino para corresponderle por todos, haciendo lo que cada uno de nosotros debía haber hecho. Esto lo podemos comparar en la parábola con el hijo del rey que pinta, adorna y embellece la habitación del rey, haciendo lo que debía haber hecho el obrero.
Pero también vino por las criaturas.
El hombre, por haberse apartado de la Voluntad de Dios, haciendo la suya, desobedeciéndole a aquél que lo creó, le dio muerte a la vida divina que tenía en su alma, por eso merecía la muerte; con su pecado se le habían cerrado las puertas del cielo y alguien tenía que salvarlo de la muerte eterna, no podía ser él mismo. Entonces, ¿quien sería? El mismo Dios, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, Jesús, que se hizo verdadero Dios y verdadero hombre, como lo enseña la Iglesia.
Jesús vino a reconstruir el interior del hombre y devolvernos todo lo que habíamos perdido, la vida divina, el cielo; nos dio todos los méritos que había adquirido para nosotros, para que volviéramos a entrar al orden, al puesto y a la finalidad para la cual fuimos creados.
Comentarios
Cambio de residencia
Enviado por Monica Restrepo el
Comment:
Buenos Dias He pertenecido a la Divina Voluntad desde el año 2003 con el Padre Pedro Rubio, ahora me vine a vivir al Ecuador y me dicen que aqui tambien esta la Divina Voluntad, se que el fundador fue el Padre Morelos me entere aqui, quisiera saber a quien contactar o quienes son recomendados por ustedes y si son dirigidos por algun Padre. No se donde o como ubicar al Padre Robert Graves
Gracias
monilili2004@yahoo.es
Padre Robert Graves
Enviado por Mariu el
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Te recomiendo sigas en contacto con tu Grupo por medio del Internet, mientras ubicas algún grupo en donde ahora vives.
Me pongo en contacto contigo por correo, saludos y Bendiciones en la Divina Voluntad.
Ma. Eugenia Aguirre Q.