Tomados de las cartas de Luisa
Paciencia hija mía, el amado Jesús quiere hacerte madurar de más en la santidad, y su Querer Divino quiere apresurar su Vida en tu alma. Las cruces son la leña al fuego; por cuanta más leña, tanto más crece el fuego; o bien como el sol a las plantas, el cual con su luz y calor acaricia las plantas, las madura, les comunica la dulzura, el sabor. Sin cruz somos como aquellos frutos amargo, como aquellas plantas estériles, que hacen más mal que bien. Por eso hija mía, quita la tristeza de tu alma, no te desanimes ni te turbes, ten la paz como el más grande tesoro. Jesús es bueno, no te hará mal, más bien dispondrá todo para tu bien.
Tenga gran confianza, la cual vence a Dios, que cede a vuestras necesidades. Haga decir alguna misa para conseguir lo que queréis; después ponga todo con filial abandono en las manos de Dios y de la Reina, Ellos, que nos aman tanto y quieren ser amados. Todo lo que sucederá será siempre lo mejor para usted y para el pobre Jesús.
El amor llama otro amor. Cuanto más creamos que Él nos ama, tanto más sentimos amarlo; y Jesús, viéndose amado, más nos ama.
Jesús parece que os diga: “¿Quieres que te amé mucho, mucho, demasiado? ¿Quieres que arroje en ti los inmensos océanos de mi amor, que llegue a volverme loco por tu amor?”
Vive siempre en mi Querer, olvídate de ti mismo, hazme vivir en ti, y mi amor por ti llegará al non plus ultra; así que, según hagas mi Querer, Yo te amaré de más, porque mi Querer merece todo mi amor, así que pondré a tu disposición, también mi amor.”
¡Oh! Cómo somos fáciles en poner atención al sentir, el sentir no es nuestro, no está en nuestro poder, mientras el dulce Jesús, porque nos ama mucho, nos ha dado el querer en nuestro poder, a fin de que poniéndolo en el banco de la Voluntad Divina se vuelva actos divinos, que contienen tal inmensidad y potencia, que nosotros mismos no podemos contenerlos, y el amado Jesús, para hacer que los poseamos, hace el gran prodigio de vivir en nosotros para darnos la posesión; y entonces ¿qué sucede? Que nuestra vida y nuestros actos tienen por principio la Vida y los actos de Jesús; aun el respiro tiene por principio su respiro… por lo tanto nuestro frío, las lágrimas no derramadas, las penas, las distracciones involuntarias, pueden pedir el reino de la Divina Voluntad sobre la tierra. Serán tantas dulces prendas en las manos de Jesús, para empeñarlo a hacer venir el reino de la Divina Voluntad sobre la tierra. (de la Carta No. 43)
Ahora mi buena señora, os recomiendo no perder jamás la paz aun en las debilidades; es más, cuanto más nos sintamos defectuosos, tanto más debemos estar estrechados con Jesús; debemos servirnos de los mismos defectos como de tantos escalones para subir a los brazos de Jesús y con toda la confianza arrojarlos en sus llamas amorosas, a fin de que queden quemados, y su amor y su Voluntad adorable tomen el puesto que tenían nuestros defectos.
Y además, las mortificaciones, las contrariedades, los disgustos, son los mensajeros que nos manda Jesús, sus cartitas de aviso, los telegramas inesperados que nos traen las bellas noticias de cuánto nos ama Jesús, y a qué grado de santidad quiere elevarnos. Así que sin cruz estaremos como si no tuviéramos correspondencia con nuestro amado Jesús, y como si nada hubiese diseñado sobre nosotros. ¡Ah no! El Cielo nos guarde de esta desventura; más bien se requiere propósito firme de vencer nuestros defectos y de servirnos de las circunstancias de la vida como moneditas, como dones que nos hace el dulce Jesús, para darnos el derecho de adquirir la patria celestial.
(...)os hago mis augurios por el nacimiento del pequeño Rey Jesús. Los pequeños son más fáciles a darnos lo que queremos, porque son desinteresados, a veces basta hacerles una caricia, darles un beso, enjugar sus lágrimas, para darnos lo que queremos. Creo que vuestra Maternidad dará todo esto al pequeño Jesús, y Él os dará por regalo de su nacimiento su Santísima Voluntad. Don más grande no podría haceros, porque con Ella tendrá a vuestra disposición la santidad, la paz; sentiréis en usted la virtud creadora, la cual tendrá virtud de transformar vuestros actos, aun un pequeño te amo, en tantas vidas de amor, las cuales tendrán el acto incesante de amar a Aquél que tanto nos ama.
(...)cómo es bello el vivir en el Querer Divino, todo es nuestro; Dios mismo siente la necesidad de darse en poder de las criaturas para amarlas y hacerse amar. Por eso no sabría hacer otro augurio más bello, más útil, que el Querer Divino os envuelva tanto, de no haceros sentir, ver y tocar, que la sola Divina Voluntad.
El buen Señor Jesús nos ate tanto en su Querer, de no hacernos recordar más del nuestro. ¡Oh! Cómo seremos felices, porque sentiremos en todo nuestro obrar la marca divina, sentiremos en nuestra voz el aliento de Jesús, el poder y el amor del mismo Jesús; y entonces sí, podemos decir a Jesús: “Te amo, pero en verdad, porque en tu Querer tengo también tu amor en mi poder; por eso, no en el mi “te amo”, sino en tu amor, el único digno de ti.”
Las cruces nos hacen renacer a nueva vida de santidad y de Gracia; así que las cruces soportadas con verdadera resignación nos hacen semejar a Jesús y son nuestros renacimientos en el bien, en el amor, en el Querer Divino, que quiere ser nuestra vida. Por eso hagamos correr todo en el Querer Santo si queremos que haga sus prodigios de amor en nuestra alma.
La mente al Cielo, la mirada al Crucifijo, el corazón a amarlo, los brazos siempre en acto de abrazarlo, los pasos a llamarlo, la palabra a decir siempre Fiat. En cada cosa no desperdiciéis jamás la adquisición de un grado de santidad. Hazte santa, Jesús lo quiere, conténtalo.
Luisa Piccarreta la pequeña hija de la Divina Voluntad.