Jesús, es el objeto de todas mis esperanzas”.

Jesús
“La esperanza”. Decía Jesús, “suministra al alma una vestidura de fuerza, casi de hierro, de modo que todos los enemigos con sus flechas no pueden herirla, y no solo herirla, sino que ni siquiera causarle la mínima molestia. Todo es tranquilidad en ella, todo es paz.
 
¡Oh! Es bello ver a esta alma investida por la esperanza, toda apoyada en su amado, toda desconfiada de sí, y toda confiada en Dios; desafía a los enemigos más fieros, es reina de sus pasiones, regula todo su interior, sus inclinaciones, los deseos, los latidos, los pensamientos, con una maestría tal, que Jesús mismo queda enamorado porque ve que esta alma obra con tal coraje y fortaleza; pero ella los toma y lo espera todo de Él, tanto que Jesús viendo esta firme esperanza, nada sabe negar a esta alma”.
 
Ahora, mientras Jesús hablaba de la esperanza, se retiraba un poco, dejándome una luz en la inteligencia. ¿Quién puede decir lo que comprendía sobre la esperanza? Si las otras virtudes, todas sirven para embellecer al alma, pero nos pueden hacer vacilar y volvernos inconstantes, en cambio, la esperanza vuelve al alma firme y estable, como aquellos montes altos que no se pueden mover ni un poco.
 
A mí me parece que al alma investida por la esperanza le sucede como a ciertos montes altísimos, que todas las inclemencias del aire no les pueden hacer ningún daño, sobre de estos montes no penetra ni nieve, ni vientos, ni calor, cualquier cosa se podría poner sobre ellos, y se puede estar seguro que aunque pasaran cientos de años, que ahí donde se puso, ahí se encuentra. Así es el alma vestida por la esperanza, ninguna cosa la puede dañar, ni la tribulación, ni la pobreza, ni todos los accidentes de la vida, a lo más la desaniman un instante, pero dice entre sí: “Yo todo puedo obrar, todo puedo soportar, todo sufrir esperando en Jesús, que es el objeto de todas mis esperanzas”.
La esperanza vuelve al alma casi omnipotente, invencible y le suministra la perseverancia final, tanto que solo cesa de esperar y perseverar cuando ha tomado posesión del reino del Cielo, entonces deja la esperanza y toda se arroja en el océano inmenso del Amor Divino. Mientras mi alma se perdía en el mar inmenso de la esperanza, mi amado Jesús regresaba y hablaba de la caridad diciéndome:
 
“A la fe y a la esperanza se une la caridad, y esta une todo lo de las otras dos, de modo de formar una sola, mientras que son tres.
 
He aquí, oh esposa mía, simbolizada en las tres virtudes teologales a la Trinidad de las Divinas Personas”. Volumen 1
Categorías