Venga, Señor, ese reino a mi corazón, para santificarlo, alimentarlo, purificarlo y hacerlo victorioso de todos mis enemigos. Precioso momento, ¡qué pequeño pareces y qué grande eres a los ojos de mi corazón, pues eres el medio para recibir uno a uno los dones de la mano de un Padre que reina en los cielos!