La Creación forma la gloria muda de Dios.
Al crear al hombre fue un juego de azar,
el cual falló, pero se debe rehacer.
Mi pobre alma nadaba en el mar interminable del Querer Divino y mi siempre amable Jesús me hacía ver en acto toda la Creación; ¡qué orden, qué armonía, cuántas variadas bellezas, cada cosa tenía el sello de un amor increado que corría hacia las criaturas, que descendiendo en el fondo de cada corazón gritaban en su mudo lenguaje: “Ama, ama a Aquel que tanto ama!” Yo sentía un dulce encanto al ver a toda la Creación, su mutismo amoroso, que más que voz potente hería mi pobre corazón, tanto, que me sentía venir a menos y mi dulce Jesús sosteniéndome en sus brazos me ha dicho:
“Hija mía, toda la Creación dice: ¡Gloria, adoración hacia nuestro Creador, amor hacia las criaturas! De modo que la Creación es una gloria, una adoración silenciosa para Nosotros, porque no le fue concedida ninguna libertad, ni de crecer ni de decrecer; la hicimos salir fuera de Nosotros, pero la hicimos mantenerse así, es decir dentro de nuestra Voluntad para cantar, si bien silenciosa, nuestro Poder, Belleza, Magnificencia y Gloria, de modo que Nosotros mismos ensalzamos nuestro Poder, nuestra gloria, nuestro infinito Amor, el Poder, la Bondad, la armonía y la Belleza.
La Creación nada nos da por sí misma, si bien siendo ella el desbordamiento de todo nuestro Ser Divino, sirve de espejo al hombre para contemplar y conocer a su Creador, y le da lecciones sublimes de orden, de armonías, de santidad y de amor. Se puede decir que el mismo Creador haciendo el papel de maestro divino, da tantas lecciones por cuantas cosas creó, desde la más grande a la más pequeña obra que hizo salir de sus manos creadoras…
” No fue así al crear al hombre, nuestro Amor fue tanto por él, que sobrepasó todo el amor que tuvimos en la Creación, por eso lo dotamos de razón, de memoria y de voluntad, y poniendo nuestra Voluntad como en un banco en la suya, la multiplicase, la centuplicase, no para Nosotros que no teníamos necesidad, sino para su bien, a fin de que no quedase como las otras cosas creadas, mudas y en aquel punto como Nosotros las sacamos a la luz, sino que creciera siempre, siempre, en gloria, en riquezas, en amor y en semejanza con su Creador, y para hacer que él pudiese encontrar todas las ayudas posibles e imaginables, le dimos a su disposición nuestra Voluntad, a fin de que obrase con nuestra misma Potencia el bien, el crecimiento, la semejanza que quería adquirir con su Creador. Nuestro Amor al crear al hombre quiso hacer un juego de azar, poniendo nuestras cosas en el pequeño cerco de la voluntad humana como en el banco: nuestra Belleza, Sabiduría, Santidad, Amor, etc., y nuestra Voluntad que debía hacerse guía y actor de su obrar, a fin de que no sólo lo hiciera crecer a nuestra semejanza, sino que le diese la forma de un pequeño dios. Por eso nuestro dolor fue grande al ver rechazados estos nuestros grandes bienes por la criatura, y nuestro juego de azar quedó malogrado; pero aún fallido era siempre un juego divino que podía y debía rehacerse de su falla. Por eso, después de tantos años quiso de nuevo mi Amor jugar al azar, y fue con mi Mamá Inmaculada, en Ella nuestro juego no quedó malogrado, tuvo su pleno efecto y por eso todo le dimos y todo a Ella le confiamos, es más, se formaba una rivalidad, Nosotros a dar y Ella a recibir.
Ahora, tú debes saber que nuestro Amor también contigo quiere hacer este juego de azar, a fin de que tú, unida con la Mamá Celestial, nos hagas vencer en el juego rehaciéndonos de la falla que nos procuró el primer hombre, Adán.
Así nuestra Voluntad rehecha en sus victorias puede poner de nuevo en campo sus bienes que con tanto amor quiere dar a las criaturas. Y así como por medio de la Virgen Santa, porque estaba rehecho en mi juego, hice surgir el Sol de la Redención para salvar a la humanidad perdida, así por medio tuyo haré resurgir el Sol de mi Voluntad, para que haga su camino en medio de las criaturas. He aquí la causa de tantas gracias mías que vierto en ti, los tantos conocimientos sobre mi Voluntad, esto no es otra cosa que mi juego de azar que estoy formando en ti, por eso sé atenta, a fin de que no me des el más grande de los dolores que podría recibir en toda la historia del mundo, que mi segundo juego sea malogrado. ¡Ah, no, no me lo harás, mi Amor saldrá victorioso y mi Voluntad encontrará su cumplimiento!”
Jesús ha desaparecido y yo he quedado pensativa acerca de lo que me había dicho, pero toda abandonada en el Querer Supremo. Por eso, en todo lo que escribo, -sólo Jesús sabe el desgarro de mi alma y la gran repugnancia a poner sobre el papel estas cosas que habría querido sepultar-, me sentía luchar con la misma obediencia, pero el Fiat de Jesús ha vencido y continúo escribiendo lo que yo no quería. Entonces mi dulce Jesús ha regresado y viéndome pensativa me ha dicho:
“Hija mía, ¿por qué temes? ¿No quieres que Yo juegue contigo? Tú no pondrás otra cosa tuya que la pequeña llamita de tu voluntad que Yo mismo te di al crearte, así que todo el riesgo de mis bienes será mío, ¿no quieres ser tú la copia de mi Mamá? Por eso ven junto conmigo delante al trono divino y ahí encontrarás la llamita de la voluntad de la Reina del Cielo a los pies de la Majestad Suprema, que Ella puso en el juego divino, porque para jugar se necesita poner siempre alguna cosa propia, de otra manera quien vence no tiene que tomar, y quien pierde no tiene que dejar. Y como Yo vencí en el juego con mi Mamá, Ella perdió la llamita de su voluntad, pero, ¡feliz pérdida! Con el haber perdido su pequeña llamita, dejándola como homenaje continuo a los pies de su Creador, formó su vida en el gran fuego divino, creciendo en el océano de los bienes divinos y por eso pudo obtener al Redentor suspirado. Ahora te toca a ti poner la llamita de tu pequeña voluntad al lado de la de mi inseparable Mamá, a fin de que también tú te formes en el fuego divino y crezcas con los reflejos de tu Creador y así poder obtener gracia ante la Suprema Majestad de poder obtener el suspirado Fiat. Estas dos llamitas se verán a los pies del trono supremo por toda la eternidad que no han tenido vida propia y que una obtuvo la Redención y la otra el cumplimiento de mi Voluntad, único fin de la Creación, de la Redención y de mi desquite de mi juego de azar al crear al hombre.”
En un instante me he encontrado delante a aquella Luz inaccesible, y mi voluntad bajo forma de llamita se ha puesto al lado de aquella de mi Mamá Celestial para hacer lo que ella hacía, ¿pero quién puede decir lo que se veía, comprendía y hacía? Me faltan las palabras y por eso pongo punto. Y mi dulce Jesús ha agregado:
“Hija mía, la llamita de tu voluntad la he vencido y tú has vencido la mía; si tú no perdías la tuya no podías vencer a la mía, ahora los dos somos felices, ambos somos victoriosos, pero mira la gran diferencia que hay en mi Voluntad, basta hacer una vez un acto, una oración, un te amo, porque tomando su lugar en el Querer Supremo queda siempre a hacer el mismo acto, la oración, el te amo, sin interrumpirlo jamás, porque cuando se hace un acto en mi Voluntad, ese acto no está sujeto a interrupción, hecho una vez queda hecho para siempre, es como si siempre lo estuviera haciendo.
El obrar del alma en mi Voluntad entra a tomar parte en los modos del obrar divino, que cuando obra hace siempre el mismo acto sin tener necesidad de repetirlo. ¿Qué serán tus tantos “te amo” en mi Voluntad que repetirán siempre su estribillo, “te amo, te amo”? Serán tantas heridas para Mí y me prepararán a conceder la gracia más grande:
Que mi Voluntad sea conocida, amada y cumplida. Por eso en mi Voluntad las plegarias, las obras, el amor, entran en el orden divino y se puede decir que soy Yo mismo que ruego, que obro, que amo, ¿y qué cosa podría negarme a Mí mismo?
¿En qué cosa no podría complacerme.”Vol. 19 Marzo 9 1926.