Estaba pensando entre mí: “Jesús dice tantas cosas de su Santísimo Querer, pero parece que no es comprendido, y aun los mismos confesores parecen dudosos, y delante a una luz tan inmensa no quedan ni iluminados, ni movidos a amar a un Querer tan amable”. Ahora, mientras esto pensaba, mi siempre amable Jesús, poniéndome un brazo en el cuello me ha dicho: