Encontrándome en mi habitual estado, estaba deseando al niño Jesús, y después de mucho esperar se ha hecho ver en mi interior como pequeño niño, y me decía:
“Hija mía, el mejor modo para hacerme nacer en el propio corazón es vaciarse de todo, porque encontrando el vacío puedo poner en él todos mis bienes, y sólo puedo permanecer ahí para siempre si hay lugar para poder poner todo lo que me pertenece, todo lo mío en ella. Una persona que fuera a habitar a casa de otra persona, sólo se podría sentir contenta cuando en aquella casa encontrara espacio para poder poner todas sus cosas, de otra manera se volvería infeliz. Así soy Yo.
La segunda cosa para hacerme nacer y acrecentar mi felicidad, es que todo lo que el alma contiene, sea interno o externo, todo debe ser hecho para Mí, todo debe servir para honrarme, para seguir mis órdenes, porque si aun una sola cosa, un pensamiento, una palabra, no es para Mí, Yo me siento infeliz, y debiendo ser dueño me hacen esclavo, ¿puedo Yo tolerar todo esto?
La tercera cosa es amor heroico, amor engrandecido, amor de sacrificio. Estos tres amores harán crecer en modo maravilloso mi felicidad, porque el alma se arriesga a hacer obras superiores a sus fuerzas, haciéndolas únicamente con mi fuerza, éstas la engrandecerán con hacer que no sólo ella, sino también los demás me amen, y llegará a soportar cualquier cosa, aun la misma muerte, para poder triunfar en todo y poderme decir: “No tengo nada más, todo es sólo amor por Ti”. Este modo no sólo me hará nacer, sino que me hará crecer y me formará un bello paraíso en su propio corazón”.
Mientras esto decía yo lo miraba, y de pequeño, en un instante se ha hecho grande, de modo que yo quedaba toda llena de Él, y todo ha desaparecido.