“He creado al alma de una belleza singular, la he dotado de una luz superior a cualquier luz creada, no obstante el hombre destruye esta belleza en la fealdad y esta luz en las tinieblas Vol. 6
Agosto 12, 1904
LA PREXISTENCIA DEL ALMA EN DIOS:
Con cuánto amor Dios crea las almas, como
las hace crecer, como las cuida y se da todo a ellas.
Estaba pensando con cuanto amor nos ama Jesús, mi mente se perdía en el amor eterno, y mi dulce Jesús moviéndose en mi interior me hacía ver en mi mente una aureola de luz; dentro de aquella aureola había un Sol, y este Sol contenía tantos rayos por cuantas criaturas existían, cada una de las cuales tenía un rayo todo para sí, que le daba vida, luz, calor, fuerza, crecimiento, todo lo que era necesario para formar una vida.
Era deleitable ver como cada criatura estaba unida a cada rayo de este Sol, del cual había salido, como un sarmiento a la vid.
Y mi amable Jesús, mientras mi mente se perdía en esto, me ha dicho:
“Hija mía, mira con cuánto amor amo a la criatura, ella, antes de salir a la luz del día de este mundo ya estaba en mi seno, y al hacerla salir fuera no la dejé, un rayo de luz que contiene mi Vida la sigue para suministrarle todo lo que es necesario para desarrollar esta Vida y, ¡con cuánto cuidado la hago crecer! ¡Con cuánto amor la riego!
Yo mismo me hago luz, calor, alimento, defensa, y cuando termina sus días en el tiempo, sobre el camino del mismo rayo la retiro en mi seno para hacerla espaciarse en la patria celestial. Mi amor se hace para la criatura más que el sol que formé en el cielo azul, mas bien, el sol que creé para beneficio de la naturaleza humana no es otra cosa que la sombra de mi verdadero Sol, porque el sol de la atmósfera no forma las plantas, ni les da el agua para que no se sequen, ni da todas las ayudas que son necesarias para que las plantas crezcan bellas y fuertes, y los hombres, aun los ciegos, puedan gozar de su luz, hace sólo su oficio de iluminar y calentar y sigue adelante, y si las plantas no son regadas no tiene nada que hacer para comunicarles sus efectos, mas bien las seca de más.
En cambio Yo que soy el verdadero Sol de las almas, no las dejo ni de noche ni de día, Yo mismo formo las almas, les doy el agua de mi gracia para no dejarlas secar, las nutro con la luz de mis verdades, las fortifico con mis ejemplos, les doy el viento de mis caricias para purificarlas, el rocío de mis carismas para embellecerlas, las flechas de mi amor para calentarlas, en suma, no hay cosa que no haga por ellas; Yo soy todo para ellas y pongo a disposición de cada una toda mi Vida para su bien, pero cuánta ingratitud de parte de las criaturas, parece que están unidas como sarmientos a mi vid, no por amor sino por fuerza, porque no pueden prescindir de Mí y por eso crecen como sarmientos, que no recibiendo todos los humores buenos que contiene la vid, crecen débiles, sin formar jamás uvas maduras, sino acerbas, que amargan mi gusto divino.
¡Ah! si todos supieran cómo amo sus almas, todos quedarían arrebatados por el atractivo y la fuerza de mi amor y me amarían de más, por eso ámame tú y tu amor se agrande tanto que me ames por todos”.Vol. 17 Octubre 17 1924
Dios al crear al hombre, para conservarle la vida formó en torno
a él el aire del cuerpo y el aire del alma: El aire natural para el
cuerpo, el aire de mi Voluntad para el alma.
Continúo mi estado de privación de Jesús y de amarguras intensas para mi pobre alma, y si de escapada se hace ver en mi interior, es todo taciturno y pensativo, pero a pesar de su silencio yo quedo contenta, pensando que no me ha dejado y que su morada en mí aún continúa.
Y mientras mi pobre alma está por sucumbir, su visita me da un sorbo de vida, que como lluvia benéfica me hace reverdecer, pero, ¿para hacer qué? Para volver de nuevo a sucumbir y sentirme morir; así que estoy siempre entre la vida y la muerte.
Entonces, mientras nadaba en el mar inmenso del dolor de haberlo perdido, mi dulce Jesús se ha movido en mi interior, y haciéndose ver en acto de rezar, yo me he unido con Él en la oración y luego me ha dicho:
“Hija mía, Yo, al crear al hombre, para conservarle la vida formé en torno a él el aire del cuerpo y el aire del alma:
‘El aire natural para el cuerpo, el aire de mi Voluntad para el alma’.
¿Crees tú que el aire natural, sólo porque es aire tiene virtud de dar la respiración al hombre, la fuerza, el alimento, la frescura, la vida vegetativa a toda la naturaleza?
Así que a pesar de que no se ve tiene todo en un puño y se constituye vida de todo ser creado, y por eso todos sienten la necesidad del aire, y él por todas partes hace su curso, de noche, de día, penetra en el latido del corazón, en la circulación de la sangre y por todas partes; ¿pero sabes por qué contiene tanta virtud?
Porque en el aire está toda la sustancia de los bienes que produce, y fueron puestos por Dios en el aire la fuerza alimentadora, respiratoria, vegetativa, y él contiene como tantas semillas de todo el bien que encierra.
Ahora, si se necesitaba un aire para la conservación de toda la naturaleza, se necesitaba también un aire para la conservación del alma, y mi bondad no quiso confiar ni formar otro aire para el alma, sino que mi misma Voluntad se quiso constituir aire para el alma, y así toda aquella sustancia de los bienes que Ella contiene, pudiera, como aire que invisiblemente todo lo invade, penetrar en el fondo del alma y llevarle el alimento divino, la vegetación y todos los bienes, la virtud que respira todo lo que es Cielo, la fortaleza invencible, la fecundidad de todas las virtudes.
Debería haber una competencia, el cuerpo en respirar el aire natural, y el alma en respirar el aire de mi Voluntad, sin embargo, ¡es de llorar!
Si los hombres sienten que les falta el aire natural, se lo procuran, si caminan en altas montañas manifiestan con dolor la falta del aire, en cambio del aire de mi Voluntad no tienen ni un pensamiento ni un dolor, y a pesar de que están obligados a estar como embebidos en el aire de mi Voluntad, las criaturas no amando este aire balsámico y santificante, no puede poner en el alma los bienes que contiene, y está obligada a estar en ella sacrificada, sin poder desarrollar la vida que mi Voluntad contiene.
Por eso hija mía, te recomiendo, si quieres que mi Voluntad cumpla en ti sus designios, que respires siempre el aire de mi Voluntad, a fin de que a medida que lo respires florezca en ti la Vida Divina y te conduzca a la verdadera finalidad para la cual fuiste creada”. Vol. 17 Nov. 23 de 1924.
La Divina Voluntad contiene dicha, alegrías y felicidad sin fin, que no ha revelado todavía, porque faltan las disposiciones en las criaturas. La voluntad humana impide estas manifestaciones y rechaza estas dichas.
Me sentía oprimida por tantos pensamientos que giraban en mi mente, con el agregado de la privación de mi dulce Jesús; y mientras luchaba entre la esperanza de que no me habría dejado por largo tiempo sin Él, y entre el temor de no verlo más, mi amable Jesús me ha sorprendido y me ha llenado toda de Sí mismo, de modo que no me veía más a mí, sino sólo a Jesús, el cual formaba en torno a Él un mar inmenso de muchas llamitas, y éstas eran todas las verdades que se referían a la Divinidad y a su amable Querer.
Yo habría querido tomar aquellas llamitas para conocer a Aquél que es todo para mí y hacerlo conocer por todos, pero qué, en algunas cosas no encontraba las palabras humanas para expresarlas, dónde la pequeñez de mi mente no las podía contener, dónde lo infinito que no me era dado abrazar, dónde lo inmenso en lo cual yo quedaba dispersa.
De todo comprendía alguna cosa, pero, ¡ay de mí! el lenguaje celeste es muy diferente del lenguaje terrestre, por lo tanto no encontraba las palabras adecuadas para hacerme comprender, mucho más que estando con Jesús yo tengo el mismo lenguaje de Él, nos comprendemos de maravilla los dos, pero retirándose Jesús y encontrándome en mí misma, siento tal cambio, que con dificultad puedo decir alguna cosa, y quizá media deforme y balbuceando como una pequeña niña.
Entonces, mientras nadaba en aquel mar de llamitas, mi amado Jesús me ha dicho:
“Es justo que la pequeña recién nacida de mi Querer Supremo tome parte en las bienaventuranzas, alegrías y felicidad de Aquél que la ha sacado a la luz.
Todas estas llamitas que tú ves en el mar interminable de mi Voluntad, son símbolos de las bienaventuranzas, alegrías y felicidad secretas que Ella contiene; digo secretas porque no habiendo manifestado aún la plenitud del conocimiento que el Querer Eterno contiene, ni habiendo disposiciones convenientes en las criaturas para manifestarlas, todas estas bienaventuranzas están ad intra en la Divinidad, esperando que sean sacadas fuera para quien debía nacer, vivir y hacer vida en nuestro Querer sin interrupción alguna, porque siendo una su voluntad con la nuestra, todas las puertas divinas están abiertas y nuestros más íntimos secretos develados, las alegrías y las bienaventuranzas se vuelven comunes, por cuanto a criatura es posible.
Así que mira hija mía, cada manifestación que te hago sobre mi Voluntad es una bienaventuranza que brota del seno de la Divinidad, la cual no sólo te hace feliz y te dispone mayormente a vivir en mi Querer, sino que te prepara a otros nuevos conocimientos, y no sólo esto, sino que todo el Cielo queda inundado de aquella nueva bienaventuranza que ha salido de nuestro seno.
¡Oh, cómo te agradecen y ruegan que Yo continúe las manifestaciones sobre mi Voluntad!
Estas bienaventuranzas fueron encerradas en Nosotros por la voluntad humana, y cada acto de voluntad humana es una cerradura a estas bienaventuranzas celestiales, no sólo en el tiempo sino también en la eternidad, porque cada acto de mi Voluntad hecho en la tierra arroja la semilla en el alma de aquella bienaventuranza que deberá gozar en el Cielo, sin la semilla es inútil esperar la planta. Por eso te quiero siempre más adentro en mi Querer”.Vol. 18 Febrero 18 de 1926