Esta mañana, después de haber penado mucho esperando a mi adorable Jesús, yo, sin embargo, mientras lo esperaba hacía cuanto más podía por unir todo lo que estaba obrando en  mi interior con lo interior de Nuestro Señor, teniendo intención de darle toda la gloria y reparación que le daba su Humanidad Santísima. 

Ahora bien, mientras hacía esto, vino el bendito Jesús y me dijo:
“Hija mía, cuando el alma se sirve de mi Humanidad como medio para obrar, aunque fuera un pensamiento, una respiración o un acto cualquiera, son como otras tantas gemas que salen de mi Humanidad y se presentan ante la Divinidad, y como salen por medio de mi Humanidad, tienes los mismos efectos de mi obrar cuando estaba en la tierra.”
Y yo: 
“¡Ah, Señor!, siento como una duda, 
¿cómo puede ser que con la simple intención en el obrar, aunque sea en las mínimas cosas, -que si las consideramos son cosas de nada y vacías-, parece que la sola intención de la unión contigo y de complacerte solamente a ti las llena, y Tú las elevas en ese modo supremo, haciéndolas aparecer como una cosas grandísimas?”
“¡Ah, hija mía!, Nada y vacío es el obrar de la criatura, aunque fuera una obra grande; es mi unión y la simple intención de agradarme lo que lo llena; y como mi obrar, aunque sea sólo una respiración, excede de manera infinita todas las obras de las criaturas juntas, ésta es la causa que lo hace tan grande.
 Además, ¿no sabes tú que quien se sirve de mi Humanidad como medio para realizar sus acciones se nutre de los frutos de mi misma Humanidad y se alimentar de mí mismo alimento? 
Además de esto, 
¿no es acaso la buena intención la que hace al hombre santo y la mala la que lo hace perverso? 
No siempre se hacen cosas diferentes, sino que con las mismas acciones uno se santifica y otro se pervierte.”
Mientras decía esto, veía dentro de Nuestro Señor un árbol lozano, lleno de bellos frutos, y a las almas que obraban por agradar sólo a Dios y por medio de su Humanidad, las veía dentro de Él, sobre este árbol, y su Humanidad servía de habitación a estas almas. 
¡Pero qué escasísimo era su número!(Vol. 4 del 08-08-1901).