PRIMERA HORA
EL ALMA SIGUE A LA DIVINA VOLUNTAD EN TODOS SUS ACTOS PARA HACERLE COMPAÑÍA, Y RECIBIR SU VIDA DIVINA. LA SIGUE EN LA CREACIÓN DEL CIELO Y DEL SOL.
Jesús, vida mía, latido de mi pobre corazón, respiro de mi pequeña alma, centro de mi inteligencia, mi pequeñez se abisma y se pierde en Ti. Como pequeña niña que no sabe dar un paso, a Ti me acerco, me estrecho a tu mano, y junto Contigo entro en la luz interminable de tu Divino Querer.
He aquí que el Padre Celestial ya pronuncia el primer Fiat, y hace salir tanta luz que no se pueden descubrir sus confines. Jesús mío, haz que mi alma reciba toda la virtud, la potencia, la santidad y la luz de tu adorable Fiat, a fin de que no sienta en mí más que su Vida, y así, enriquecida con su Vida, podré abrazar todo, suplir por todos, y pueda atraerlo a la tierra, para que Él regrese triunfante a reinar en medio de las criaturas.
Deja pues, Amor mío, que yo gire en tu Querer, para seguir todos sus actos. ¡Oh, cómo es bello contemplar a la Majestad Suprema, que con un solo Fiat extiende el cielo azul, con millones de estrellas resplandecientes de luz, pronuncia otro Fiat y crea el sol, pronuncia otro más y crea el viento, el aire, el mar y todos los elementos juntos, con tal orden y armonía que rapta al alma!
Mi Jesús, mi Bien, yo quiero hacer mío todo el amor que tuvo tu Fiat Divino al crear el cielo tachonado de estrellas, para poder a mi vez disten¬der mi cielo de amor en tu Fiat Omnipotente; y así, invistiendo todo el cielo con mi amor, quiero dar mi voz a cada estrella, a fin de que cada una de ellas repita conmigo: "¡Jesús, te amo, venga pronto tu reino a la tierra. Sea dada gloria perenne a tu Querer Divino, yo adoro y alabo tu firmeza divina y tu Ser inquebrantable, a fin de que ellos vuelvan firmes a las criaturas en el bien y las dispongan a recibir el reino de tu Voluntad!”
Amor mío, continúo mi giro y voy al sol. Considero el instante en el cual tu Fiat hizo salir tanta luz del Seno de la Divinidad, que formó el globo solar, aquel astro que debía abrazar la tierra con todos sus habitantes, para dar a cada uno de ellos tu beso de luz y de amor, mediante el cual todo debía ser embellecido, fecundado, coloreado, enrique¬cido y adornado.
Este sol, tu Fiat lo hizo salir de tu Seno por amor mío, por eso quiero recibir en mí toda su luz, su calor, y todos sus efectos, y así poderte ofrecer también yo, mi sol, para alabar, glorificar y bende-cir por medio suyo a tu luz eterna, a tu amor inextinguible, tu belleza, tu dulzura infinita, tus gustos innumerables. Sí, oh Jesús, yo quiero abrazarte con la misma luz del sol, quiero darte mis besos ardientes con su calor, quiero animar con mi voz todo su resplandor y todos sus efectos para pedirte, desde lo alto de su esfera, hasta lo bajo, allá donde desciende su rayo, el reino de tu Fiat. ¿No sientes Amor mío, que tu Voluntad quisiera desgarrar los velos de la luz para descender a reinar en medio de las criaturas? Y yo, sobre las alas de la luminosidad del sol, vengo a rogarte que nos envíes pronto el reino de tu Fiat.
Desde el centro de este sol te pido que hagas descender tu esplendor en el corazón de los hombres para iluminarlos con tu gracia, y les concedas tu amor para quemar en ellos todo lo que no pertenece a tu Querer. ¡Ah, sí, si tu luz desciende a ellos, se reflejará en ellos la belleza divina, terminarán las iras, las amargu¬ras, todos adquirirán tu dulzura, y así la faz de la tierra será renovada!
Cómo soy feliz Vida mía de poderte decir: "¡Sol me has dado, sol te doy!” Yo tengo un astro en mi poder que te pide el reino de tu Fiat, ¿puedes Tú resistir a tanta luz que te ruega? Por eso, oh Jesús, apresúrate, pronto, hazlo ya. Este sol es tu relator divino, por lo tanto, haz, oh Amor mío, que su luz revele con su toque, a todas las criaturas, el reino de tu Fiat, su santidad, y su ardiente deseo de verlas penetrar en Sí mismo para volverlas felices y santas.
SEGUNDA HORA
EL ALMA SIGUE A LA DIVINA VOLUNTAD EN LA CREACIÓN DEL MAR Y DEL VIENTO.
Vida mía, Jesús, tu Fiat me empuja, y heme aquí por eso a considerar la creación del mar. ¿Pero qué oigo? Oigo un murmullo continuo, símbolo de tu movimiento eterno que jamás se detiene; entro en ese movimiento divino, infinito, incesante, que da vida a todos, y lo hago mío para darlo todo a todos, y para pedirte por todos, el reino de tu Querer.
Mira oh Jesús, con tu Fiat desciendo en el abismo del océano, y dondequiera que yo descubro un movimiento, una vida, un murmullo, hago salir mi grito incesante: "Te amo, te adoro, te agradezco, te bendigo, te glorifico", e invistiendo con mi voz el murmullo del mar; el agitarse de los peces; las olas, ora tumultuosas, ora pacíficas, te pido con insistencia el reino de tu Fiat. ¿No escuchas, oh Jesús, cómo todas las gotas del agua, con su murmullo, al igual que tantas voces dicen: "Fiat, Fiat, Fiat?" ¿Cómo las olas con su fragor parece que quieren abrir el seno del mar, para hacer salir tu Voluntad que las domina, y encerrarla dentro de todas las criaturas, para que todas hagan reinar en sí mismas a tu Fiat Divino?
En este mar yo vengo a exaltar y a amar en su murmullo a tu movimiento incesante; en sus olas altísimas a tu fortaleza y a tu justicia; en las aguas cristalinas a tu pureza que no conoce mancha; en su grandeza, a tu gracia e inmensidad que todo envuelve y encierra. Con tales sentimientos, te ruego, oh Jesús, que hagas al hombre: justo, fuerte, puro; haz que él viva escondido y envuelto en tu santísima Voluntad, a fin de que pueda correr en tu mismo movimiento, de donde él salió.
Vida mía, Jesús, giro ahora en el viento con su frescura, con su violencia e impetuosidad que arroja por tierra, que eleva y rapta; lo considero para amar, alabar, glorificar y para bendecir el imperio de tu Voluntad en él. Ahora parece que gime, y ahora parece que grite; es el amor del Querer Divino el que gime en el viento porque quiere ser reconocido, y no viéndose escuchado, gime y habla con voces arcanas, porque quiere reinar y porque exige su propio dominio en medio de las criaturas. Con el imperio de tu Querer Supremo, haz que venga su reino en medio de las criaturas y que domine sobre ellas, en modo que ninguna le pueda resistir jamás, aliéntalas con su frescura, haz uso de su violencia e impetuosidad para aterrar en ellas al querer humano, para levantarlas y raptarlas en el tuyo. Haz escuchar a todos tus gemidos continuos, hazles entender que quieres reinar en medio de ellos, y si no eres escuchado, grita, habla fuerte, con tus voces arcanas, a fin de que ensordecidos por ellas, cada hombre se rinda y reconozca a tu Santo Querer como su soberano.
Por eso, Amor mío, corro también yo sobre las alas del viento para pedirte por medio suyo el advenimiento del reino de tu Fiat; con cada una de sus oleadas quiero llevar a todos su beso, sus caricias y sus dulcísimos abrazos.