La lucha Espiritual "Reino contra Reino"

Imagen de Mariu

Décimo tercera conferencia sobre la Divina Voluntad, como introducción a los Escritos de la Sierva de Dios LUISA PICCARRETA, “la pequeña Hija de la Divina Voluntad”finalizada al triunfo de Su Reino.

 
Pablo Martín Sanguiao 
 
Me han pedido que hable de la “lucha espiritual”. Prefiero llamarla más bien “GUERRA DE ESPÍRITUS” o “GUERRA SAGRADA”. 
 
No es una lucha pequeña ni privada; es guerra total, que empezó desde el primer día de la Creación y que acabará al fin del mundo. Es guerra total porque, teniendo lugar en nosotros y a nuestro alrededor, afecta a todo cuanto existe y compromete, poniendola en peligro, a toda la obra divina de la Creación, de la Redención y de la Santificación. 
 
No es guerra de inteligencias, que se combate con razonamientos; es guerra de espíritus: “Nuestra lucha no es contra criaturas de carne y sangre, sino contra los Principados y las Potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos que vagan en los espacios celestes” (Ef. 6,12), “contra Satanás y los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas”. 
 
Es guerra “sagrada”, porque es una guerra impía contra Dios, provocada por aquellos que lo odian, y combatirla es un deber nuestro de fidelidad e de amor a El, guerra que sólo con armas divinas podemos vencer. “El Señor os dice: No temais ni os asusteis de esta multitud inmensa, porque la guerra no es contra vosotros, sino contra Dios. Mañana saldreis contra ellos; subirán por la cuesta de Ziz. Vosotros los sorprendereis al final del valle, frente al desierto de Yeruel. No os tocará a vosotros combatir en ese momento; deteneos bien ordenados y vereis la salvación que el Señor hará por vosotros, oh Judá y Jerusalén. No tengais miedo ni os desanimeis. Mañana, salid a su encuentro; el Señor estará con vosotros”  (2° libro de las Crónicas, 20, 15-17). 
 
Es “santa”, porque lo que nos jugamos es nuestra salvación o nuestra condenación, “ganar” a Dios o perderlo para siempre. “Proclamadlo entre las gentes: llamad a la guerra santa, animad a los valientes y que vengan, que suban todos los guerreros. Con vuestras azadas haceos espadas y lanzas con las hoces: que hasta el más débil diga: ¡yo soy un guerreros!” (Joel, 4,9-10). 
 
“El Reino de los cielos sufre violencia y los violentos se apoderan de él” (Mt 11,12). “Sufre violencia”, o sea: “es objeto de violencia, es motivo de lucha, hay que luchar para alcanzarlo”. 
Al hablar de lucha espiritual personale, que cada uno de nosotros ha de combatir interiormente y no pocas veces exteriormente, hace falta colocarla en el contexto de una lucha mucho más grande, que nos trasciende: “Reino contra reino”. 
 
Lo contrario de “lucha” o de “guerra” es “paz”. ¿Pero qué guerra? ¿Qué paz? 
“No creais que Yo haya venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino una espada” (Mt 10,34). “La paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo, os la doy Yo. 
No se turbe vuestro corazón y no tenga miedo” (Jn 14,27). 
 
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