La Epifanía en la Divina Voluntad

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“La Epifanía en la Divina Voluntad”

Del Catecismo de la Iglesia Católica

528.-  Epifanía es la manifestación de Jesús como Mesías de Israel, Hijo de Dios y Salvador del mundo. Con el bautismo de Jesús en el Jordán y las bodas de Caná (cf. LH Antífona del Magnificat de las segundas vísperas de Epifanía), la Epifanía celebra la adoración de Jesús por unos "magos" venidos de Oriente (Mt 2, 1)

En estos "magos", representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, el Evangelio ve las primicias de las naciones que acogen, por la Encarnación, la Buena Nueva de la salvación. La llegada de los magos a Jerusalén para "rendir homenaje al rey de los Judíos" (Mt 2, 2) muestra que buscan en Israel, a la luz mesiánica de la estrella de David (Nm 24, 17; Ap 22, 16) al que será el rey de las naciones (Nm 24, 17-19).

Su venida significa que los gentiles no pueden descubrir a Jesús y adorarle como Hijo de Dios y Salvador del mundo sino volviéndose hacia los judíos (Jn 4, 22) y recibiendo de ellos su promesa mesiánica tal como está contenida en el Antiguo Testamento (Mt 2, 4-6). La Epifanía manifiesta que "la multitud de los gentiles entra en la familia de los patriarcas"(S. León Magno, serm.23 ) y adquiere la "israelitica dignitas" (MR, Vigilia pascual 26: oración después de la tercera lectura).  439  711-16

En los escritos de la Divina Voluntad de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta

VOLUMEN 4               6 de enero de 1901

La adoración de los Magos: Jesús se comunicó a ellos con el Amor, con la belleza y con el poder, y así obtuvo tres efectos. Luisa es la primera en el amor a Jesús.

Encontrándome fuera de mí, me parecía ver a los Santos Magos cuando entraron a la cueva de Belén; apenas llegados a la presencia del Niño, El tuvo el placer de hacer relucir externamente los rayos de su Divinidad, comunicándose a los Magos de tres modos: con el amor, con la belleza y con el poder, de manera que quedaron embelesados y abismados ante la presencia del Niñito Jesús, a tal punto que si el Señor no hubiese retraído otra vez internamente los rayos de su Divinidad, habrían quedado allí para siempre sin poder moverse más.

Entonces, apenas el Niño retiró la Divinidad, volvieron en sí los Santos Magos, se estremecieron estupefactos al ver un exceso de amor tan grande, porque en aquella luz el Señor les había hecho comprender el misterio de la Encarnación. Enseguida se levantaron y ofrecieron los dones a la Reina Madre, y Ella habló detenidamente con ellos, pero no sé referir todo lo que dijo; sólo recuerdo que les inculcó con ahínco no solo su salvación, sino que tomaran a pecho la salvación de sus pueblos sin temor de exponer ni aun su propia vida para obtener el propósito.

Después de esto me refugié en mí misma y me encontré junto con Jesús; y El quería que yo le dijera alguna cosa, pero yo me veía tan mala y confundida, que no me atrevía a decirle nada; por lo cual, viendo que yo no decía nada, El mismo volvió a hablar sobre los Santos Magos, diciéndome:

«Con haberme comunicado de tres maneras a los Magos obtuve para ellos tres efectos, porque jamás me comunico a las almas inútilmente, sino que siempre reciben ellas algún provecho; así que, comunicándome con el amor obtuvieron ellos el desapego de sí mismos; con la belleza obtuvieron el desprecio a las cosas terrenas, y con el poder de sus corazones quedaron atados todos a Mí y obtuvieron valor para entregar la sangre y la vida por Mí.»

Luego añadió: «¿Y tú qué quieres? Dime, ¿me amas? ¿Cómo quisieras amarme?»

Y yo, sin saber qué decir, creciendo mi confusión, dije: ‘Señor, no quisiera otra cosa que a Vos, y si me decís: “¿me amas?”, No tengo palabras para saberlo manifestar, sólo sé decir que siento en mí esta pasión, que nadie me pueda vencer en mi amor a Vos, y que yo fuera la primera en amaros sobre todos y nadie me pudiera superar. Pero esto no me contenta todavía; para estar contenta quisiera amaros con vuestro mismo amor, y así poder amaros como Os amáis a Vos mismo. Ah, sí, solo entonces se acabarían mis temores acerca de mi amor por Vos.’

Y Jesús, contento, se puede decir, de mis disparates, me estrechó tanto a Sí de modo que me veía dentro y fuera transformada en El, y me comunicó parte de su Amor. Después de esto, volví en mí y me parecía que, por cuanto es el amor que se me da, tanto yo poseo a mi Bien, y si lo amo poco, poco lo poseo.

 

VOLUMEN 6               6 de enero de 1904

El oro, el incienso y la mirra que los Magos ofrecieron a Jesús representan nuestra voluntad con todas sus obras, el espíritu de sacrificio y el espíritu de oración.

Continuando mi estado ordinario, vino el bendito Niño Jesús, y después de haberse puesto en mis brazos y de haberme bendecido con sus manitas, me dijo:

«Hija mía, siendo la raza humana toda una familia, cuando uno hace una obra buena y me ofrece algo, toda la familia humana participa en aquel ofrecimiento y me es presente como si todos me lo ofrecieran. Como hoy los Magos, al ofrecerme sus dones, Yo tuve presente en sus personas a toda la generación humana, y todos participaron en el mérito de su obra buena. La primera cosa que me ofrecieron fue el oro, y Yo en correspondencia les di la inteligencia y el conocimiento de la verdad.

¿Pero sabes tú cuál es el oro que quiero ahora de las almas? No el oro material, no, sino el oro espiritual, es decir, el oro de su voluntad, el oro de los afectos, de los deseos, de los propios gustos, el oro de todo el interior del hombre; éste es todo el oro que tiene el alma y lo quiero todo para Mí.

Ahora bien, darme esto, al alma le resulta difícil sin sacrificarse y mortificarse; y he aquí la mirra que, cual cable eléctrico, une el interior del hombre y lo hace más brillante y le da el tinte de variados colores, dando al alma todas las clases de bellezas.

Pero esto no es todo, se requiere a quien mantiene siempre vivos los colores, la frescura, que como perfume y brisa sopla desde el interior del alma; se requiere a quien ofrece y a quien obtiene dones mayores de los que da; también se necesita a quien obligue a morar en el propio interior a Aquel que recibe y Aquel que da y tenerlo en continua conversación y en continuo comercio con él.

Pues bien, ¿quién hace todo esto? La oración, en especial el espíritu de oración interior, que sabe convertir en oro no solo las obras interiores, sino también las exteriores: y este es el incienso.»

 

VOLUMEN 20             6 de enero de 1927

El orden de la Providencia en la manifestación de los Santos Magos.

…Estaba pensando en los Santos Magos cuando visitaron al Niñito Jesús en la gruta de Belén, y mi siempre amable Jesús me dijo:

«Hija mía, mira el orden de mi providencia divina. Para el gran portento de mi Encarnación elegí y me serví de una Virgen humilde y pobre, por custodio que me hacía de padre, el virgen San José, tan pobre que tenía necesidad de trabajar para mantenernos la vida.

Mira cómo en las obras más grandes, y más grande no podía ser el misterio de la Encarnación, nos servimos de personas que en la apariencia no llaman la atención de nadie, porque las dignidades, los cetros, las riquezas, son siempre humos que ciegan el alma y le impiden penetrar en los arcanos celestiales para recibir un acto grande de Dios y al mismo Dios. En cambio para manifestar a los pueblos la venida de Mí, Verbo del Padre a la tierra, quise y me serví de autoridad regia, de hombres doctos y con ciencia, para que por su autoridad pudieran difundir el conocimiento del Dios nacido, y queriendo, pudieran hasta imponerse sobre los pueblos. Pero a pesar de esto la estrella fue vista por todos, sin embargo sólo tres se mueven, ponen atención y la siguen.

Esto significa que entre todos sólo ellos poseían un cierto dominio de sí mismos, que formando un lugarcito vacío en su interior, además de ver la estrella, sintieron mi llamada, que haciendo eco en su interior y no importándoles sacrificios, ni habladurías, ni burlas, porque partían hacia un punto desconocido, y muchas tuvieron que escuchar, pero ellos no tomando en cuenta y dominándose a sí mismos siguieron la estrella junto con mi llamada, que más que estrella hablante resonaba en su interior, los iluminaba, los alentaba, les decía muchas cosas de Aquel que visitarían, y ellos, ebrios de alegría, seguían a la estrella.

Mira entonces que para dar el gran don de la Encarnación se necesitaba una Virgen que no tuviera voluntad humana, que fuera más de cielo que de tierra, y que un milagro continuo la dispusiera al gran portento, por tanto, de cosas exteriores y apariencias humanas, no teníamos necesidad para atraer la atención de los pueblos, y con todo esto, aun para manifestarme quise hombres que tuvieran el dominio de ellos mismos, que formara un poco de vacío en su interior, para hacer resonar el eco de mi llamada. Pero ¿cuál no fue su sorpresa al ver detenerse a la estrella no sobre un palacio sino una vil choza?

No sabían qué pensar y se convencieron que había un misterio no humano sino divino, por lo tanto se animaron de fe, entraron en la gruta y arrodillándose me adoraron; en cuanto doblaron las rodillas Yo me revelé y transparenté de mi pequeña Humanidad mi Divinidad, y conocieron que Yo era el Rey de reyes, Aquel que venía a salvarlos, y ellos en seguida se ofrecieron a servirme y a exponer la vida por amor mío.

Pero mi Voluntad se hizo conocer y los mandó de nuevo a sus regiones, para hacerlos, en medio de aquellos pueblos, los anunciadores de mi venida a la tierra. Mira entonces cuán necesario es el dominio de sí mismo y el vacío en el corazón para hacer resonar mi llamada y ser idóneos para conocer la verdad y para manifestarla a los demás.»