Deseo de conocer la Divina Voluntad.

Imagen de Mariu

El deseo purga el alma y estimula el apetito para los bienes de Jesús.                                                                                                                                                   Cómo la Voluntad Divina es penetrante y convierte en naturaleza sus efectos.

 

(1) Me sentía toda fundida en mi dulce Jesús, y le pedía de corazón que vigilase mi pobre alma, a fin de que nada entrase en ella que no fuese de su Voluntad.  Ahora, mientras esto hacía, mi amado bien, mi dulce vida se ha movido en mi interior y me ha dicho:

(2) “Hija mía, el deseo de querer un bien, y de quererlo conocer, purga al alma y dispone su inteligencia para comprenderlo, su memoria para recordarlo, y su voluntad se siente avivar el apetito de quererlo para hacer de él alimento y vida, y mueve a Dios a darle aquél bien y a hacerlo conocer.  Así que el deseo de querer un bien y el de conocerlo, es como el apetito al alimento, pues si hay apetito se siente el gusto, se come con placer y se queda satisfecho y contento por haber tomado aquel alimento, y se queda con el deseo de gustarlo de nuevo; en cambio, si falta el apetito, aquel mismo alimento gustado con tanta avidez por una persona, para otra que no tiene apetito siente nauseas, disgusto, y llega aun a sufrir.  Tal es el deseo al alma, es como el apetito, y Yo, viendo que el deseo de mis cosas es su gusto, hasta hacer de ellas alimento y vida, me vuelvo tan magnánimo en el dar, que no me canso jamás de dar.  En cambio para quien no lo desea, faltando el apetito sentirá nauseas de mis cosas, se repetirá el dicho evangélico:  ‘Le será dado a quien tiene y le será quitado aquél poco que tiene a quien no apetece mis bienes, mis verdades, las cosas celestiales’.  justa pena para quien no desea, no apetece y no quiere saber nada de las cosas que a Mí pertenecen, y si tiene alguna pequeña cosa, es justo que se le quite y se le dé a aquellos que poseen mucho”.

(3) Después de esto, estaba pensando y fundiéndome en el Santo Querer Divino, y encontrándome en su luz inmensa sentía que sus rayos divinos me penetraban tanto, hasta transformarme en su misma luz, y Jesús saliendo de mi interior me ha dicho:

(4) “Hija mía, cómo es bella, penetrante, comunicativa, transformadora la luz de mi Voluntad.  Ella es más que sol, el cual, golpeando la tierra dona con liberalidad los efectos que su luz contiene, no se necesita rogarle, sino que espontáneamente, conforme su luz llena la superficie de la tierra, dona a cada una de las cosas que encuentra lo que tiene, da al fruto la dulzura y el sabor, a la flor el color y el perfume, a las plantas el desarrollo, a todas las cosas da los efectos y los bienes que contiene, no particulariza con ninguno, sólo basta con que su luz las toque, las penetre, las caliente, para hacer su obra.  Más que sol es mi Voluntad, con tal de que el alma se exponga a sus rayos vivificantes y haga a un lado las tinieblas y la noche de su voluntad humana, su luz surge e inviste al alma, y penetra en sus más íntimas fibras para hacerle huir las sombras y los átomos del humano querer, conforme da su luz y el alma la recibe, comunica todos los efectos que contiene, porque mi Voluntad, saliendo del Ser Supremo contiene todas las cualidades de la Naturaleza Divina, por lo tanto, conforme la inviste, así comunica la bondad, el amor, la potencia, la firmeza, la misericordia, y todas las cualidades divinas, pero no en modo superficial, sino tan real, que transmuta en la naturaleza humana todas sus cualidades, de modo que el alma sentirá en sí, como suya, la naturaleza de la verdadera bondad, de la potencia, de la dulzura, de la misericordia, y así de todo el resto de las cualidades supremas.  Sólo mi Voluntad tiene esta potencia de convertir en naturaleza sus virtudes para quien se da en poder de su luz y de su calor y tiene lejano de ella la noche tenebrosa del propio querer, verdadera y perfecta noche de la pobre criatura”.  Vol. 19-54 Septiembre 3, 1926

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