La pequeña casita de Nazaret.

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VENGA A NOSOTROS TU REINO.

 

Cuando repetimos  esta petición, ya que forma parte del Padre Nuestro,  la Oración que Jesús nos enseñó,  muy pocos o casi nadie reflexiona en lo que estamos pidiendo, y sobre todo el alcance que tiene.

Al  hablar del Reino de Dios nuestra mente generalmente nos transporta al Cielo, en donde  nos lo imaginamos,  sin embargo estamos descubriendo en los Escritos de Luisa "EL LIBRO DEL CIELO"  Que los planes que Dios tenía al Crearnos no se cumplieron.

Ese Reino es nuestro, nos sigue esperando a que lo reconozcamos en nosotros,  en el siguiente fragmento de uno de los últimos Volúmenes, (son 36)  vemos que estos son los tiempos para que,  conociendo como se vive en la Divina Voluntad, hagamos nuestras estas palabras y despues de  meditarlas, comprendamos que el Reino es comparable a la  pequeña casita de Nazaret, ¿Te gustaría  darle su lugar en ti a la Sagrada familia?

 

 La pequeña casita de Nazaret. 

 
Mi dulce Jesús ha hecho silencio, y retirándose me ha dejado en la Luz de su Voluntad, y ¡oh! cuántas cosas comprendía; pero, ¿quién puede decirlas todas?  Mucho más que en Ella se habla con palabras celestiales, y al encontrarme en mí misma debo adaptar las palabras celestiales a las humanas, y temiendo hacer un embrollo me contento con pasar adelante, esperando que si Jesús quiere se adaptará a hablar con las palabras del bajo mundo.
 
 Después de esto continuaba mis actos en el Fiat Divino, y mi pobre mente se ha detenido en la pequeña casa de Nazaret, donde la Reina del Cielo, el Celestial Rey Jesús, y San José, estaban en posesión y vivían en el reino de la Divina Voluntad, así que este reino no es extraño a la tierra, la casa de Nazaret, la pequeña familia que vivía en Ella, pertenecían a este reino y lo tenían en pleno vigor; pero mientras esto pensaba, mi gran Rey Jesús me ha dicho:
 
“Hija mía, cierto que el reino de mi Divina Voluntad ha existido sobre la tierra, y por eso hay la esperanza cierta que regrese de nuevo en su pleno vigor; nuestra casa de Nazaret era su verdadero reino, pero estábamos sin pueblo.
 
 Ahora tú debes saber que cada criatura es un reino, por eso quien  hace reinar mi Voluntad en ella se puede llamar un pequeño reino del Fiat Supremo, así que es una pequeña casita de Nazaret que tenemos sobre la tierra, y por cuan pequeña, estando en ella nuestra Voluntad reinante, el Cielo no está cerrado para ella, observa las mismas leyes de la patria celestial, ama con el mismo amor, se alimenta con los alimentos de allá arriba, y es incorporada en el reino de nuestras regiones interminables.
 
 Ahora para formar el gran reino de nuestra Voluntad sobre la tierra, haremos primero las tantas casitas de Nazaret, esto es las almas que la querrán conocer para hacerla reinar en ellos.  
 
Yo y la Soberana Reina estaremos a la cabeza de estas pequeñas casitas, porque habiendo sido Nosotros los primeros que hemos poseído este reino en la tierra, es nuestro derecho que no cederemos a ninguno el ser los dirigentes de ellas.
 
 Entonces estas pequeñas casitas, repetidoras de nuestra casa de Nazaret, formarán tantos pequeños estados nuestros, tantas provincias, que después de que se hayan formado bien, y ordenadas como tantos pequeños reinos de nuestra Voluntad, se fundirán juntos y formarán un solo reino y un gran pueblo.
 
 Por eso para tener nuestras obras más grandes, nuestro modo de actuar es el de comenzar primero solos, al tú por tú con una sola criatura; cuando hemos formado a ésta, la hacemos canal para encerrar en nuestra obra otras dos, tres criaturas, después agrandamos formando un pequeño núcleo, y después lo agrandamos tanto de tomar todo el mundo entero; nuestras obras comienzan en el aislamiento de Dios y el alma, y terminan continuando su vida en medio a pueblos enteros.
 
  Y cuando está el principio de una obra nuestra, es señal cierta que no morirá al nacer, a lo más podrá vivir escondida por algún tiempo, pero después saldrá y tendrá su vida perenne.
 
 Por eso siempre adelante te quiero en mi Divina Voluntad.” Vol. 29 Mayo 31 de 1931

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EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD

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EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD 
I - ¿Dónde ha sido anunciado el Reino? 
 
¿Qué dice el Evangelio? 
En el Evangelio leemos que Jesús ha hablado del Reino de Dios o Reino de los Cielos, que se identifica con “Su” Reino. Pero llama la atención que no hable de él como “Reino de la Divina Voluntad”...a primera vista. 
En los Evangelios sinópticos, las parábolas del Reino enseñan 
- que hay que “acogerlo” (disposiciones y modos de recibirlo: la parábola del Sembrador); 
- que está “oculto”, pero ha de ser descubierto, y quien lo descubre, lleno de gozo, debe correr
a vender todo para poderlo adquirir (parábolas “de la perla”, “del tesoro escondido”);
 - que mientras crece, en espera del tiempo de los frutos, mezclada al buen trigo crece la cizaña;
 - o sea, que, mientras crece, es como una red en la que entran “peces buenos” y 
“malos”; 
- que una vez sembrado, el Reino tiene una vitalidad que lo hace crecer misteriosamente 
por sí mismo; 
- que el Reino se desarrolla como una jornada de trabajo, a lo largo de la cual, a 
distintas horas, el Dueño de la viña llama a colaborar en diferentes formas a unos y 
otros (Mt 20,1-16); 
- que el Reino de Dios ha sido encomendado (como una viña) a un pueblo para que lo 
haga fructificar; pero si “los viñadores” quieren adueñarse de él para convertirlo en su 
propio reino humano, llegando incluso a matar al Hijo del Dueño, a Jesucristo, el 
Heredero, entonces se les quita y se entrega a otros que lo hagan fructificar (Mt 21, 
33-44); 
- que el Reino de Dios es objeto de violencia y a él se opone el reino del pecado. 
- que el Reino se manifestará, en el futuro, como “las Bodas del Hijo del Rey”; las 
parábolas muestran las diferentes respuestas que los hombres dan a la invitación 
(dirigida primero a los invitados oficiales, que no hacen caso, y después –la nueva 
evangelización– la última llamada a todos, a los miserables, a los últimos); 
- que, por lo tanto, a la pregunta sobre “cuándo vendrá el Reino de Dios?”, la respuesta 
es que se cumplirá cuando vuelva el Señor “después de haber recibido el título de 
Rey”, y viendo el fruto que cada uno de sus siervos fieles habrá obtenido, en 
proporción al mismo les hará reinar (a uno sobre diez “ciudades”, a otro sobre cinco, 
a otro sobre dos…) (Lc 19,11-27); etc. 
Es decir, que todo lo que Jesús ha dicho, escrito en los Evangelios, es en función 
de su Reino, como preparativos a su venida y como disposiciones para recibirlo. 
Jesús se presentó abiertamente como “el Hijo de Dios”, como “el Hijo de David” (o 
“Hijo del hombre”) y “Rey de Israel” (Jn 1,49). Y la gente lo entendió sin la menor duda, 
como cuando, por ejemplo, lo aclamó en su entrada triunfal en Jerusalén: “¡Hosanna! 
¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el Reino que viene, de nuestro 
padre David!” (Mc 11,9-10). 
 
 
 
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