La Resignación tal como la hemos entendido no pocos, está comprendida desde el sentido negativo de nuestra visión humana, generalmente cuando escuchamos: Ya resignate no queda más que hacer o cualquier otra frase parecida, sentimos que todo esta perdido que ya nada queda por hacer, nada mas lejos de la realidad pensar así.
Vamos a conocer el valor que tiene en la Divina Voluntad el verdadero significado, por medio de las siguientes conversaciones entre Jesús y Luisa.
La medicina más saludable y eficaz en los
momentos más tristes de la vida, es la resignación.
Encontrándome en mi habitual estado, me he sentido fuera de mí misma, y he encontrado a la Reina Mamá; en cuanto me vio comenzó a hablar de la justicia, de cómo está por descargarse con todo el furor contra las gentes; dijo muchas cosas sobre esto, pero no tengo palabras para expresarlo, y mientras estaba en eso veía todo el cielo lleno de puntas de espadas contra el mundo. Después ha agregado:
“Hija mía, tú, muchas veces has desarmado a la justicia divina, y te has contentado en recibir sobre ti sus golpes, ahora que la ves en el colmo del furor no te desalientes, sino sé animosa, con ánimo lleno de santa fortaleza entra en esa justicia y desármala, no tengas temor de las espadas, del fuego y de todo lo que puedas encontrar; para obtener este propósito, si te ves herida, golpeada, quemada, rechazada, no retrocedas, sino más bien te sea de estímulo para proseguir. Mira, para hacer esto he venido Yo en tu ayuda trayéndote una vestidura, con la cual, usándola tu alma, adquirirás valor y fortaleza para no temer nada”.
Dicho esto, de su manto sacó una vestidura entretejida de oro jaspeado de varios colores y vistió mi alma; luego me dio a su Hijo diciéndome:
“Y he aquí que como prenda de mi amor te doy en custodia a mi amadísimo Hijo para que lo custodies, lo ames y lo contentes en todo; trates de hacer mis veces, para que encontrando en ti todo su contento, el disgusto que le dan los demás no le pueda causar tanta pena”.
¿Quién puede decir cómo he quedado feliz y fortificada al ser vestida por esa vestidura, y con la amorosa prenda entre mis brazos? Felicidad más grande ciertamente no podría desear. Entonces la Reina Mamá ha desaparecido y yo he quedado con mi dulce Jesús. Hemos girado un poco por la tierra, y entre tantos encuentros nos hemos encontrado con un alma en poder de la desesperación; teniendo compasión de ella nos hemos acercado, y Jesús quiso que yo le hablara para hacerle comprender el mal que hacía, y con una luz que Jesús mismo me infundía le he dicho:
“La medicina más provechosa y eficaz en las circunstancias más tristes de la vida es la resignación. Tú con desesperarte, en vez de tomar la medicina estás tomando el veneno para matar tu alma. ¿No sabes tú que el remedio más oportuno para todos los males, la cosa principal que nos hace nobles, nos diviniza y nos asemeja a Nuestro Señor y tiene virtud de convertir en dulzura las mismas amarguras, es la resignación? ¿Qué cosa fue la vida de Jesús sobre la tierra sino un continuar el Querer del Padre, y mientras estaba en la tierra estaba unido con el Padre en el Cielo? Así el alma resignada, mientras vive en la tierra, el alma y su voluntad está unida con Dios en el Cielo. ¿Se puede dar cosa más querida y deseable que ésta?”
Aquella alma, como sacudida ha comenzado a calmarse, y yo junto con Jesús nos hemos retirado. Sea todo para gloria de Dios y sea siempre bendito. Vol. 4 Octubre 31 de 1900
El alma que se resigna a la Divina Voluntad,
llega a hacer de Dios su alimento cotidiano
Cuatro pasos necesarios para consumarnos en la unidad con la Voluntad de Dios.
Habiendo esperado mucho, en cuanto Jesús ha venido me ha dicho:
“Hija mía, al alma que se resigna a mi Voluntad, le sucede como a aquél que acercándose a ver un bello alimento siente el deseo de comerlo, y excitándose el deseo pasa a disfrutar aquel alimento y convertirlo en su carne y en su sangre.
Si no hubiera visto el bello alimento no podía venir el deseo, ni podía sentir el gusto, y continuaría permaneciendo en ayunas. Así es la resignación al alma, mientras se resigna, en la misma resignación descubre una luz divina, y esta luz despeja la niebla que impide ver a Dios, y viéndolo, desea gustar de Dios, y mientras lo gusta siente como si lo comiera, de modo que lo siente todo transformado en sí al mismo Dios.
Así que de esto se entiende que el primer paso es el resignarse,
el segundo es el deseo de hacer en todo la Voluntad de Dios,
el tercero hacer de Él su alimento exquisito cotidianamente,
el cuarto es consumar la Voluntad de Dios en la suya.
Pero si no hace el primer paso quedará en ayunas de Dios”.Vol. 6 Noviembre 8, 1905
Cada latido del corazón de Jesús le llevaba
un nuevo dolor, nuevas alegrías y contentos.
Estaba pensando en los dolores del corazón santísimo de Jesús, ¡oh, cómo mis penas desaparecían comparadas a las suyas! Y mi siempre amable Jesús me ha dicho:
“Hija mía, los dolores de mi corazón son indescriptibles e inconcebibles a la criatura humana. Tú debes saber que cada latido de mi corazón era un dolor distinto, cada latido me llevaba un nuevo dolor, distinto uno del otro.
La vida humana es un continuo palpitar, si cesa el latido cesa la vida; imagínate entonces que torrentes de dolor me llevaba cada latido de mi corazón, hasta el último momento de mi muerte, desde que fui concebido hasta mi último latido, ninguno dejó de llevarme nuevas penas y acerbos dolores; pero debes saber también que mi Divinidad que era inseparable de Mí, vigilando mi corazón, mientras en cada latido hacía entrar un nuevo dolor, así también en cada latido hacía entrar nuevas alegrías, nuevos contentos, nuevas armonías y arcanos celestiales.
Si fui rico en el dolor y mares inmensos de penas encerraba mi corazón, fui también rico de felicidad, de alegrías infinitas y de dulzuras inenarrables.
Al primer latido de dolor Yo habría muerto si la Divinidad, amando a este corazón con amor infinito, no hubiera hecho repercutir en mi corazón un latido en dos: dolor y alegría, amargura y dulzura, penas y contentos, muerte y vida, humillación y gloria, abandonos humanos y consuelos divinos.
¡Oh! si tú pudieras ver en mi corazón, verías todo concentrado en Mí, todos los dolores posibles e imaginables, de los cuales surgen a nueva vida las criaturas, y todos los contentos y riquezas divinas, que como tantos mares corren en mi corazón y Yo los difundo para bien de toda la familia humana. ¿Pero quién toma más de estos tesoros inmensos de mi corazón? Quien más sufre. Por cada pena, por cada dolor, hay una alegría especial en mi corazón que sigue a esa pena o dolor sufrido por la criatura; el dolor la hace más digna, más amable, más querida, más simpática.
Y así como mi corazón se atrajo todas las simpatías divinas en virtud de los dolores sufridos, Yo, viendo en la criatura el dolor, especial característica de mi corazón, vigilando este dolor, con todo amor vierto sobre ella las alegrías y los contentos que contiene mi corazón; pero con sumo dolor mío, mientras mi corazón quisiera hacer seguir mis alegrías al dolor que envío a las criaturas, no encontrando en ellas el amor a las penas y la verdadera resignación como los tuvo mi corazón, mis alegrías siguen al dolor, pero viendo que el dolor no ha sido recibido con amor, honor y total sumisión, mis alegrías no encuentran el camino para entrar en aquel corazón adolorido y regresan dolientes a mi corazón.
Por eso, cuando encuentro un alma resignada, amante del sufrir, me la siento como regenerada en mi corazón y ¡oh! cómo se alternan los dolores y las alegrías, las amarguras y las dulzuras, no ahorro nada de todos los bienes que puedo derramar en ella”. Vol. 16 Febrero 16 de 1924.