Jesús, en su concepción concibió a todas las almas, las penas y las muertes de todas ellas.
Continuando mi habitual estado, mi siempre amable Jesús, haciéndose ver, me ha atraído en la inmensidad de su Santísimo Querer, en el cual me hacía ver como en acto su concepción en el seno de la Mamá Celestial. ¡Oh Dios, qué abismo de amor! Y mi dulce Jesús me ha dicho:
“Hija de mi Querer, ven a tomar parte en las primeras muertes y en las penas que sufrió mi pequeña Humanidad por parte de mi Divinidad en el acto de mi concepción. En cuanto fui concebido concebí junto Conmigo todas las almas, pasadas, presentes y futuras, como mi propia Vida, y concebí al mismo tiempo las penas y las muertes que por cada una debía sufrir.
Debía incorporar todo en Mí, almas, penas y muertes que cada una debía sufrir, para decir al Padre:
“Padre mío, no verás más a la criatura, sino sólo a Mí, y en Mí encontrarás a todos y Yo daré satisfacción por todos.
Cuantas penas quieras, te las daré; quieres que sufra cada una de las muertes de cada uno, las sufriré; todo acepto con tal de que des vida a todos”.
He aquí por qué se necesitaba un Querer y un poder divino, para darme tantas muertes y tantas penas, y un poder y Querer divino para hacerme sufrir; y como en mi Querer están en acto todas las almas y todas las cosas, así que no en modo abstracto o intencional como alguno puede pensar, sino en realidad, tenía en Mí a todas fundidas Conmigo, formaban mi misma Vida, en realidad moría por cada uno y sufría las penas de todos.
Es verdad que concurría un milagro de mi omnipotencia, el prodigio de mi inmenso Querer; sin mi Voluntad mi Humanidad no habría podido encontrar y abrazar a todas las almas, ni habría podido morir tantas veces.
Por esto mi pequeña Humanidad, en cuanto fue concebida comenzó a sufrir alternativamente las penas y las muertes, y todas las almas nadaban en Mí como dentro de un vastísimo mar, formaban miembros de mis miembros, sangre de mi sangre, corazón de mi corazón.
Cuántas veces mi Mamá, tomando el primer puesto en mi Humanidad, sentía mis penas y mis muertes y por esto moría junto Conmigo, cómo me era dulce encontrar en el amor de mi Mamá el eco del mío, son misterios profundos donde la inteligencia humana, no comprendiendo bien, parece que se pierde, por eso ven en mi Querer y toma parte en las muertes y en las penas que sufrí no apenas fue cumplida mi concepción, así podrás comprender mejor lo que te digo”.
No sé decir cómo me he encontrado en el seno de mi Reina Mamá, donde veía al Niño Jesús pequeño, pequeño, pero si bien pequeño contenía todo; de su corazón se ha desprendido un dardo de luz hacia el mío, y conforme me penetraba sentía que me daba la muerte, y conforme salía me regresaba la vida.
Cada toque de aquel dardo me producía un dolor agudísimo, por el que sentía deshacerme y en realidad morir, y después con su mismo toque me sentía revivir, pero no tengo las palabras justas para expresarme y por eso aquí pongo punto. Vol. 12 Marzo 18, 1919