Esta mañana, encontrándome en mi habitual estado ha venido el niño Jesús, y yo viéndolo muy pequeño, como si acabara de nacer, le he dicho: “Querido mío, ¿cuál fue la causa, quién te hizo venir del Cielo y nacer tan pequeño en el mundo?”
Y Él: “El amor fue la causa, y no sólo esto, sino que mi nacimiento en el tiempo fue el desahogo de amor de la Santísima Trinidad hacia las criaturas. En un desahogo de amor de mi Madre nací de su seno, y en un desahogo de amor renazco en las almas. Pero este desahogo es formado por el deseo, en cuanto el alma comienza a desearme, Yo quedo ya concebido, cuanto más se adentra en el deseo, así me voy agrandando en el ama, cuando este deseo llena todo el interior y llega a desbordar fuera, entonces renazco en todo el hombre, esto es, en la mente, en la boca, en las obras y en los pasos.
De igual manera, también el demonio hace sus nacimientos en las almas, en cuanto el alma comienza a desear y a querer el mal, queda concebido el demonio con sus obras perversas, y si este deseo viene alimentado, el demonio se engrandece y llena todo el interior de pasiones, las más feas y asquerosas, y llega a desbordar fuera, dando el hombre la ruta de todos los vicios. Hija mía, cuantos nacimientos hace el demonio en estos tristísimos tiempos, si tuvieran poder, los hombres y los demonios habrían destruido mis nacimientos en las almas”.
Volumen 6 Diciembre 24, 1903