El gran bien que hace oír las verdades.

Imagen de Mariu

Encontrándome fuera de mí misma, me he encontrado en medio de un valle florido en el cual he encontrado a mi confesor difunto, muerto el día 10 del corriente,  y según su costumbre de cuando vivía acá abajo me ha dicho:

“Dime:  ¿qué te ha dicho Jesús?”

Y yo:  “Me ha hablado en mi interior, con palabras no me ha dicho nada, y usted sabe que las cosas que escucho en mi interior no las tomo en cuenta”.

Y él:  “Quiero oír también lo que te ha dicho en tu interior”.

Y yo, como obligada, me ha dicho:

“Hija mía, te llevo en mis brazos; mis brazos te servirán de barquita para hacerte navegar en el mar interminable de mi Voluntad, tú, después, conforme hagas tus actos en mi Querer formarás las velas, el mástil, el ancla, que servirán no sólo como adorno de la barquita, sino para hacerla caminar con más velocidad.  Es tanto el amor que tengo a quien vive en mi Querer, que la llevo en mis brazos sin dejarla jamás”.

Pero mientras esto decía he visto los brazos de Jesús en forma de barquita, y yo en medio de ella.  El Confesor al oír esto me ha dicho:

“Debes saber que cuando Jesús te habla y te manifiesta sus verdades, son rayos de luz que llueven sobre ti, después tú, cuando me las manifestabas a mí, no teniendo su virtud, me las manifestabas a gotas, y mi alma quedaba toda llena de aquellas gotas de luz, y aquella luz me incitaba más y me daba más deseos de escuchar otras verdades para poder recibir más luz, porque las verdades llevan el perfume celestial, la sensación divina, y esto sólo al oírlas, ¿qué será para el que las practique?  Es por esto que amaba y deseaba tanto escuchar lo que te decía Jesús, y quería decirlo a los demás, era la luz, el perfume que sentía y quería que otros tomaran parte en ello.  ¡Si supieras el gran bien que ha recibido mi alma al escuchar las verdades que te decía Jesús!  Cómo todavía gotea luz y expande perfume celestial, que no sólo me da refrigerio, sino que me sirve de luz a mí, y a quien está cerca de mí, y conforme tú haces tus actos en el Querer Divino, yo tomo parte especial, porque me siento la semilla que tú pusiste en mí de su Querer Santísimo”.

Y yo:  “Déjeme ver su alma, como es que gotea luz.”  Y él abriéndose por la parte del corazón me hacía ver su alma toda chorreando luz; esas gotas se unían, se separaban, una corría sobre la otra, era muy bello verlo.

Y él:  “¿Has visto?  ¡Cómo es bello escuchar las verdades!  Quien no escucha las verdades gotea tinieblas que dan horror”. Vol. 14 de Marzo 13 de 1922

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