Capítulos de los Volúmenes sobre el Pecado.

Imagen de Mariu

 

Las tres Pasiones de Jesús.

 Estaba pensando en la Pasión de mi siempre amable Jesús, especialmente en lo que sufrió en el huerto, entonces me he encontrado toda sumergida en Jesús y Él me ha dicho:

 “Hija mía, mi primera Pasión fue el amor, porque el hombre al pecar, el primer paso que da en el mal es la falta de amor, por lo tanto, faltando el amor se precipita en la culpa; por eso, el Amor para rehacerse en Mí de esta falta de amor de las criaturas, me hizo sufrir más que todos, casi me trituró más que bajo una prensa, me dio tantas muertes por cuantas criaturas reciben la vida.

 El segundo paso que sucede en la culpa es defraudar la gloria de Dios, y el Padre para rehacerse de la gloria quitada por las criaturas me hizo sufrir la Pasión del pecado, esto es, que cada culpa me daba una pasión especial; si la pasión fue una, el pecado en cambio me dio tantas pasiones por cuantas culpas se cometerán hasta el fin del mundo; y así se rehizo la gloria del Padre.

 El tercer efecto que produce la culpa es la debilidad en el hombre, y por eso quise sufrir la Pasión por manos de los judíos, esta es mi tercera Pasión, para rehacer al hombre de la fuerza perdida.

 Así que con la Pasión del amor se rehizo y se puso en justo nivel el Amor, con la Pasión del pecado se rehizo y se puso a nivel la gloria del Padre, con la Pasión de los judíos se puso a nivel y se rehizo la fuerza de las criaturas. Todo esto lo sufrí en el huerto, fue tal y tanto el sufrimiento, las muertes que sufrí, los espasmos atroces, que habría muerto de verdad si la Voluntad del Padre hubiera llegado a que Yo muriera”.

 Después continué meditando cuando mi amable Jesús fue arrojado por los enemigos al torrente Cedrón. El bendito Jesús se hacía ver en un aspecto que movía a piedad, todo bañado con aquellas aguas puercas y me ha dicho:

 “Hija mía, al crear el alma la vestí de un manto de luz y de belleza; el pecado quita este manto de luz y de belleza y la cubre con un manto de tinieblas y de fealdad, volviéndola repugnante y nauseante, y Yo para quitar este manto tan nauseabundo que el pecado pone al alma, permití que los judíos me arrojaran en este torrente, donde quedé como recubierto dentro y fuera de Mí, porque estas aguas pútridas me entraron hasta en las orejas, en las narices, en la boca, tanto, que los judíos tenían asco de tocarme. ¡Ah, cuánto me costó el amor de las criaturas, hasta volverme nauseabundo a Mí mismo!” Vol. 11 del 22 de Enero de 1913.

 

Las penas, la sangre de Jesús corren junto

al hombre para sanarlo y salvarlo.

 

 Esta mañana mi siempre amable Jesús me ha transportado fuera de mí misma, Él estaba en mis brazos y su rostro tan cerca al mío, que suavemente me besaba, como si no quisiera que yo lo advirtiera, pero habiendo repetido sus besos yo no he podido contenerme de corresponderle con mis besos, pero mientras lo besaba me ha venido el pensamiento de besar sus santísimos labios e intentar chupar las amarguras que contenía, pues, quien sabe, tal vez Jesús no quiera dármelas.  Más tardé en pensarlo que en hacerlo, lo he besado y me he puesto a chupar, pero no salía nada, le he rogado que derramara en mí sus amarguras y de nuevo y con más fuerza he chupado, pero nada.  Mi Jesús parecía que sufría por los esfuerzos que le hacía, y habiéndome puesto a chupar con más fuerza la tercera vez, sentía venir en mí el aliento amarguísimo de Jesús, y he visto a través de su garganta una cosa dura que no podía salir, e impedía que las amarguras que Él contenía salieran para verterlas en mí.  Y mi afligido Jesús, casi llorando me ha dicho:

 “Hija mía, hija mía, resígnate, ¿no ves qué obstáculo me ha puesto el hombre con el pecado que me impide hacer partícipe de mis amarguras a quien me ama?  ¡Ah!, ¿no recuerdas cuando antes te decía:  “Déjame hacer, de otra manera el hombre llegará al punto de hacer tanto mal de agotar el mismo mal, y no saber ya qué otro mal hacer?”.­  Y tú no querías que castigara al hombre, y el hombre empeora siempre, ha reunido en sí tanta pus, que ni la guerra ha podido hacer salir esta pus; la guerra no ha derribado al hombre, más bien lo ha envalentonado de más; la revolución lo hará enfurecerse, la miseria lo hará desesperar y entregarse en brazos del delito, y todo esto servirá para hacer salir de alguna manera toda la podredumbre que contiene el hombre, y entonces mi bondad, no indirectamente por medio de las criaturas, sino directamente desde el Cielo castigará al hombre, y estos castigos serán como benéfico rocío que bajará del Cielo, que abatirá al hombre, y tocado  por mi mano se reconocerá a sí mismo, se despertará del sueño de la culpa y reconocerá a su Creador.  Por eso hija, ruega para que todo sea para bien del hombre”.

 Jesús ha quedado con su amargura, y yo afligida porque no he podido aliviarlo, pues apenas sentía su aliento amargo y me he encontrado en mí misma.  Me sentía inquieta, las palabras de Jesús me atormentaban, ante mí mente veía el terrible futuro, y Jesús para tranquilizarme ha regresado, y casi para distraerme me ha dicho:

 “¡Cuánto amor, cuánto amor!  Mira, mientras Yo sufría y la pena se detenía en Mí, Yo le decía:  “Pena mía, ve, corre, corre, ve en busca del hombre, ayúdalo, y mis penas sean la fuerza de las suyas”.  Mientras derramaba mi sangre decía a cada gota:  “Corran, corran, sálvenme al hombre, y si está muerto denle la vida, pero la Vida Divina, y si huye corran detrás de él,  circúndenlo por todos lados, confúndanlo de amor hasta que se rinda”.  Al irse formando las llagas en mi cuerpo bajo los flagelos, repetía:  “Llagas mías, no os estéis Conmigo, sino buscad al hombre y si lo encontráis llagado por la culpa, poneos como medicina para sanarlo”.  Así que todo lo que hacía y decía, todo lo ponía en torno al hombre para ponerlo a salvo.  Ahora, también tú, por amor mío, nada tengas para ti, sino que todo hazlo correr junto al hombre para salvarlo, y Yo te miraré como otro Yo mismo”.Vol. 12 del 4 de Octubre de 1917.

 

El hombre con el pecado va al encuentro de la

Justicia Divina.  Jesús ha hecho todo por nosotros.

 

 Encontrándome en mi habitual estado, estaba diciendo a mi siempre amable Jesús:  “¿Cómo es posible, Tú has hecho todo por nosotros, has satisfecho todo, has reintegrado en todo la gloria del Padre por parte de las criaturas, de modo de cubrirnos a todos como con un manto de amor, de gracias, de bendiciones, y con todo esto los flagelos caen casi rompiendo el manto de protección con el cual nos has cubierto?”  Y mi dulce Jesús, interrumpiéndome me ha dicho:

 “Hija mía, todo lo que tú dices es verdad, todo, todo lo he hecho por la criatura, el amor me empujaba tanto hacia ella, que para estar seguro de ponerla a salvo la quise envolver dentro de mi obrar como dentro de un manto de defensa, pero la ingrata criatura con el pecado voluntario rompe este manto de defensa, huye de debajo de mis bendiciones, gracias y amor, y poniéndose a cielo abierto es golpeada por los rayos de la justicia divina.  No soy Yo que golpeo al hombre, es él que con el pecado viene al encuentro, a recibir los golpes.  Reza, reza por la gran ceguera de las criaturas”.Vol. 12 del 12 de Junio de 1918.

 

 

El pecado es el punto negro del hombre,

el estado de gracia es el punto luminoso del hombre.

 

 Estaba rezando y adorando las llagas de mi crucificado Jesús, y pensaba entre mí:  “Cómo es feo el pecado, que ha reducido a mi sumo bien a un estado tan desgarrador”.  Y mi siempre amable Jesús, apoyando su santísima cabeza sobre mi hombro, suspirando me ha dicho:

 “Hija mía, el pecado no sólo es feo, sino horrible, es el punto negro del hombre.  Mientras peca sufre una transformación brutal, todo lo bello que le he dado se cubre de una fealdad horrible al verse, y no solamente el sentido que peca, sino todo el hombre corre junto, así que pecado el pensamiento, el latido, el respiro, el movimiento, el paso; la voluntad ha arrastrado al hombre a un solo punto, y de todo su ser salen densas tinieblas que lo ciegan y un aire venenoso que lo envenena, todo es negro en torno a él, todo es mortal, y cualquiera que se acerca a él se pone en un estado de peligro, horrible y espantoso, tal es el hombre en el estado de pecado”.

 Yo he quedado aterrorizada y Jesús ha continuado:

 “Si horrible es el hombre en el estado de culpa, en el estado de gracia y de obrar el bien es bello; el bien, aunque sea el más pequeño, es el punto luminoso del hombre, mientras hace el bien sufre una transformación celestial, angélica y divina; su buen querer arrastra todo su ser a un solo punto, así que bien es el pensamiento, la palabra, el latido, el movimiento, el paso, todo es luz dentro y fuera de él, su aire es balsámico y vital, y cualquiera que se acerca se pone al seguro.  Cómo es bella, graciosa, atrayente, amable, hermosa, el alma en gracia al hacer el bien, tanto que Yo mismo quedo enamorado, cada bien que hace es un matiz de belleza de más que adquiere, es una semejanza de más con su Creador que la hace distinguir por hija suya, es una posesión divina que pone en comercio.  Cada bien que hace son los portavoces entre el Cielo y la tierra, son los postes, los hilos eléctricos que mantienen las comunicaciones con Dios”. Vol. 13 del 6 de Oct. de 1921.

 

El pecado es cadena que ata al hombre, y Jesús

quiso ser atado para romper sus cadenas.

 

 Esta mañana, mi siempre amable Jesús se hacía ver todo atado, atadas las manos, los pies, la cintura; del cuello le descendía una doble cadena de fierro, pero estaba atado tan fuertemente, que le quitaba el movimiento a su Divina Persona.  Qué dura posición era ésta, de hacer llorar aun a las piedras, y mi sumo bien Jesús me ha dicho:

 “Hija mía, en el curso de mi Pasión todas las otras penas hacían competencia entre ellas, pero una cedía el lugar a la otra, y se mantenían vigilantes para hacerme sufrir lo peor, para darse la vanagloria de que una había sido más dura que las demás, pero las cuerdas no me las quitaron jamás, desde que me apresaron hasta el monte calvario estuve siempre atado, es más, agregaban siempre más cuerdas y cadenas por temor de que pudiese huir, y para hacer más burla y juego de Mí; cuántos dolores, confusiones, humillaciones y caídas me causaron estas cadenas.  Pero debes saber que en estas cadenas había un gran misterio y una gran expiación:  El hombre, al empezar a caer en el pecado queda atado con las mismas cadenas de su pecado, si es grave son cadenas de fierro, si venial son cuerdas; entonces, si quiere caminar en el bien, siente las trabas de las cadenas y queda obstaculizado en su paso, el estorbo que siente lo agota, lo debilita, y lo lleva a nuevas caídas; si obra siente el impedimento en las manos y casi queda como si no tuviera manos para hacer el bien; las pasiones, viéndolo tan atado hacen fiesta y dicen:  “Es nuestra la victoria”.  Y de rey que es el hombre, lo vuelven esclavo de pasiones brutales.   Cómo es abominable el hombre en el estado de culpa, y Yo para romper sus cadenas quise ser atado, y no quise estar en ningún momento sin cadenas, para tener siempre listas las mías para romper las suyas, y cuando los golpes, los empujones me hacían caer, Yo le extendía las manos para desatarlo y hacerlo libre de nuevo”.

 Pero mientras esto decía, yo veía a casi todas las gentes atadas por cadenas, que daban piedad, y rogaba a Jesús que tocara con sus cadenas las cadenas de ellas, a fin de que por el toque de las suyas quedaran rotas las de las criaturas.Vol. 13 del 16 de Nov. de 1921.

 

El momento más humillante de la Pasión de Jesús fue el ser vestido

y tratado como loco.  Cada pena que sufrió Jesús, no era otra cosa

que el eco de las penas que merecían las criaturas.

 

 Paso días amarguísimos por la privación de mi dulce Jesús, y si se hace ver es casi como rayo que huye.  ¡Qué pena!  ¡Qué desgarro!  Mi mente era molestada por el pensamiento de que no habría regresado más mi vida, mi todo.  ¡Ah, todo para mí ha terminado!  ¿Qué haré para volverlo a encontrar?  ¿A quién me dirigiré?  ¡Ah! nadie se mueve a piedad de mí.  Mientras esto y más pensaba, mi amable Jesús ha venido y me ha dicho:

 “Pobre hija mía, pobre hija mía, cuánto sufres, tu estado doloroso sobrepasa al mismo estado de las almas purgantes, porque si éstas están privadas de Mí, son las culpas con las que se ven ensuciadas las que les impiden verme y ellas mismas no osan venir ante Mí, porque frente a mi Santidad infinita no hay pequeño defecto que pueda resistir mi presencia; y si esto lo permitiera, que estuvieran sucias ante Mí, para ellas sería el más grande tormento, que superaría las mismas penas del infierno.  La más grande tortura que podría dar a un alma, sería tenerla manchada ante Mí, y Yo para no torturarla mayormente la dejo purgar primero y después la admito en mi presencia.  Pero entre Yo y la pequeña hija de mi Querer no son las culpas las que me impiden hacerme ver, es mi justicia que se interpone entre Yo y ella, por eso tu pena de no verme supera cualquier pena.  Pobre hija, ánimo, te ha tocado mi misma suerte, cómo son terribles las penas de la justicia, y puedo participarlas sólo a quien vive en mi Voluntad, porque se necesita una fuerza divina para sostenerla, pero no temas, volveré pronto a los modos habituales.  Deja que los rayos de la justicia toquen a las criaturas, también mi justicia debe hacer su curso, no la podrías sostener tú toda y después estaré contigo como antes.  Pero a pesar de esto no te dejo, Yo también sé que no puedes estar sin Mí, por eso estaré en el fondo de tu corazón y conversaremos juntos”.

 Después he seguido las horas de la Pasión, y seguía a mi dulce Jesús en el momento en que fue vestido y tratado como loco; mi mente se perdía en este misterio, y Jesús me ha dicho:

 “Hija mía, el paso más humillante de mi Pasión fue propiamente éste, el ser vestido y tratado como loco, llegué a ser el juguete de los judíos, su harapo; humillación más grande no podría tener mi infinita sabiduría; no obstante era necesario que Yo, Hijo de Dios, sufriera esta pena.  El hombre pecando se vuelve loco; locura más grande no puede darse, y de rey cual es, se convierte en esclavo y juguete de vilísimas pasiones que lo tiranizan, y más que a un loco lo encadenan a su antojo, arrojándolo en el fango y cubriéndolo con las cosas más sucias.  ¡Oh! qué gran locura es el pecado, en este estado el hombre jamás podía ser admitido ante la Majestad Suprema, por eso quise sufrir esta pena tan humillante, para conseguirle al hombre que saliera de este estado de locura, ofreciéndome Yo a mi Padre Celestial para sufrir las penas que merecía su locura.  Cada pena que sufrí en mi Pasión no era otra cosa que el eco de las penas que merecían las criaturas; este eco retumbaba en Mí y me sometía a penas, a desprecios, a burlas y a todos los tormentos”. Vol. 14 del 1º de Abril de 1922.

 

El pecado rompe la corriente del amor, y abre la corriente de la justicia.

 

 Encontrándome en mi habitual estado, mi dulce Jesús se hacía ver todo afligido, casi en acto de dar curso a la justicia, pero como forzado por las mismas criaturas.  Yo le he pedido que disminuyera los castigos y Él me ha dicho:

 “Hija mía, entre Creador y criatura no hay otra cosa que corrientes de amor, el pecado rompe esta corriente y abre la corriente de la justicia; mi justicia defiende los derechos de mi amor ultrajado, de mi amor despedazado entre Creador y criatura, y haciéndose camino en medio de ellas quisiera reunir este amor despedazado.  ¡Ah! si el hombre no pecara, mi justicia no tendría qué hacer con la criatura, conforme comienza la culpa, así la justicia se pone en camino, ¿crees tú que Yo quisiera castigar al hombre?  No, no, más bien me duele, me es duro el tocarlo, pero es él mismo quien me fuerza y me induce a castigarlo.  Tú reza para que el hombre se arrepienta, así la justicia reuniendo rápidamente la corriente del amor, podrá retirarse”.Vol. 14 del 12 de Abrol de 1922

 

 

La Divina Voluntad rechazada por las criaturas

siente la muerte del bien que quiere hacer.

 

 Me sentía sumamente amargada, y mientras rezaba, lloraba mi dura suerte de estar privada de Aquél que forma toda mi vida.  Mi estado es irremediable, nadie se mueve a piedad de mí, todo es justicia, y además, ¿quién se querrá mover a piedad de mí, si Aquél que es la fuente de la piedad me la niega?  Ahora, mientras lloraba y rezaba me sentí tomar las manos entre las manos de Jesús, y elevándome a lo alto ha dicho:

 “Vengan todos a ver un espectáculo tan grande y jamás visto ni en el Cielo ni en la tierra:  Un alma muriendo continuamente por puro amor mío”.

 Al hablar de Jesús se han abierto los Cielos y toda la jerarquía celeste me miraba, también yo me miraba y veía mi pobre alma marchita y muriendo como una flor que está por marchitarse sobre su tallo, pero mientras moría, una secreta virtud me daba vida; ¡ah! tal vez es la justicia punitiva de Dios que justamente me castiga.  ¡Dios mío, Jesús mío, ten piedad de mí, piedad de una pobre moribunda!  Es la suerte más dura la que me toca entre todos los mortales:  ¡Morir sin poder morir!  Después, mi dulce Jesús casi por toda la noche me ha tenido entre sus brazos para darme la fuerza y asistirme en mi agonía.  Yo creía que finalmente tenía compasión de mí y me llevaba con Él, pero en vano.  Después de que me reanimó un poco, me dejó diciéndome:

 “Hija mía, mi Voluntad está recibiendo continuas muertes por parte de las criaturas, Ella es vida, y como vida quiere dar la vida de la luz, pero la criatura rechaza esta luz, y en efecto, no recibiéndola, esta luz muere para la criatura y mi Voluntad siente la pena de la muerte que la criatura ha dado a esta luz.  Mi Voluntad quiere hacer conocer los méritos, las virtudes que contiene y la criatura rechaza este conocimiento con los méritos y las virtudes que contiene, y mi Voluntad para la criatura muere a este conocimiento y a los méritos y a las virtudes que contiene mi Querer, y mi Voluntad siente la pena de la muerte que la criatura ha dado a las virtudes y méritos de mi Querer; y así si quiere dar amor y no es recibido, siente la muerte dada al amor; si quiere dar la santidad, la gracia, siente darse por la criatura la muerte a la santidad y a la gracia que quiere dar, así que es continua la muerte que siente al bien que quiere dar.  Y además, ¿no sientes tú en ti la muerte continua que sufre mi Voluntad?  Viviendo tú en Ella estás obligada, como connaturalmente, a tomar parte en estas muertes que sufre mi Voluntad, y a vivir en un estado de continua agonía”.

 Yo al oír esto he dicho:  “Jesús, amor mío, no me parece que sea así, es tu privación la que me mata, que me quita la vida sin hacerme morir”.

 Y Jesús:  “Mi privación por una parte, mi Voluntad por la otra, que teniéndote absorbida en Ella te hace partícipe de sus penas.  Hija mía, en el verdadero vivir en mi Querer no hay pena que mi Voluntad reciba de las criaturas, que no haga partícipe al alma que vive en Ella”.Vol. 17 del 1º de Diciembre de 1924.

 

La Santísima Voluntad lo eclipsa todo, aun a la misma Creación

y Redención, y siendo vida de todo dará frutos mayores.

 

 Escribo sólo por obedecer y para cumplir la Voluntad de Dios.  Estaba pensando entre mí:  “Mi siempre amable Jesús me dice tantas veces que yo debo ser copia de mi Mamá Celestial, por lo tanto abrazar todo, suplir por todos para poder conseguir el suspirado Fiat, así como la Soberana Reina consiguió al suspirado Redentor, ¿pero cómo lo puedo hacer?  Ella era santa, concebida sin la mancha de origen; en cambio yo soy una de las más pequeñas y pobres criaturas, concebida como todos los hijos de Adán, con el pecado original, llena de miserias y debilidades, ¿cómo podré yo entonces seguir los vuelos de la Soberana Señora en el Querer Divino para conseguir el tan suspirado Fiat sobre la tierra, que mi dulce Jesús quiere que reine?”  Ahora, mientras esto pensaba, mi dulce Jesús ha salido de dentro de mi interior y estrechándome fuerte en sus brazos me ha dicho:

 “Hija mía, mi Mamá fue concebida sin mancha original para poder conseguir el suspirado Redentor, porque era justo y decoroso que quien debía ser mi Madre, ni siquiera el germen de la culpa hubiese tenido jamás existencia en Ella, y debía ser la más noble, la más santa de todas las criaturas, pero de una nobleza divina y de una santidad totalmente similar a la de su Creador, para poder encontrar en Ella tanta gracia y capacidad, de poder concebir al Santo de los Santos, al Verbo Eterno.  Muchas veces las criaturas hacen algo similar a esto, pues si deben conservar cosas preciosas y de gran valor, preparan vasos tersísimos y de un valor equivalente a las cosas preciosas que se deben conservar en ellos, en cambio si son cosas ordinarias y de poco valor, se preparan vasos de yeso y de poquísimo valor, no se tiene el cuidado de tenerlos bajo llave como al recipiente tersísimo, sino que los tienen expuestos, así que de la preciosidad del vaso y del cómo se tiene custodiado, se puede conocer si las cosas que contiene son preciosas y de gran valor; ahora, debiendo Yo recibir su sangre por ser concebido en su seno, era justo que tanto el alma como su cuerpo fuesen tersísimos y enriquecidos de todas las gracias, privilegios y prerrogativas posibles e imaginables que Dios puede dar y la criatura recibir.  Ahora hija mía, si todo esto fue en mi amada Mamá porque debía hacer descender al suspirado Redentor a la tierra, también a ti, habiéndote escogido para el suspirado Fiat, suspirado por el Cielo y por la tierra, suspirado con tanto amor y ansias por la misma Divinidad, es más, suspirado más por Dios que por los hombres, debía darte tanta Gracia para no poner en un alma y cuerpo corrupto los conocimientos pertenecientes a mi Voluntad, y no sólo los conocimientos sino su misma Vida que debía formar y desarrollar en ti, por lo tanto, haciendo uso de su poder, si no te exentó de la mancha de origen, con su potencia abatió y se mantiene firme sobre el germen, a fin de que no produjera sus corruptos efectos, así que en ti la mancha de origen mi Voluntad la tiene aplastada y sin vida, esto era justo y necesario a la nobleza, al decoro y a la Santidad de la Suprema Voluntad; si en ti hubiera efectos no buenos, mi Voluntad encontraría las sombras, la niebla y no podría expandir sus rayos de verdad como el sol en su pleno mediodía, mucho menos formar en ti el centro del desarrollo de su Vida Divina, porque Ella es tan tersa y santa que no sabe estar ni adaptarse a vivir junto con la más mínima sombra de mal”.

 Yo al oír esto, temblando he dicho:  “Jesús, ¿qué dices?  ¿Será posible todo esto?  No obstante yo me siento tan miserable y pequeña que siento la necesidad de Ti, de tu asistencia y de tu presencia para poder continuar viviendo, y Tú sabes a qué estado tan lamentable me reduzco cuando me privas de Ti”.  Y Jesús interrumpiéndome ha agregado:

 “Hija mía, no te maravilles, esto lo requiere la Santidad de mi Querer, y como se trata de la cosa más grande que existe en el Cielo y en la tierra, se trata de que si en la Redención vine a salvar al hombre, ahora se trata de poner a salvo mi Voluntad en las criaturas, y por lo tanto de hacer conocer la finalidad de la Creación, de la Redención, los bienes que quiere dar mi Querer, la Vida que quiere formar en cada criatura, los derechos que a Él convienen.  Por tanto, poner a salvo una Voluntad Divina en medio de las criaturas es la cosa más grande, y mi Voluntad conocida y reinante superará los frutos de la Creación y Redención, será la corona de mis obras y el triunfo de nuestras obras, y si mi Voluntad no llega a ser conocida, amada y cumplida, ni la Creación ni la Redención tendrán su plena finalidad ni el fruto completo.  La Creación, la Redención, salieron de dentro de mi Fiat Omnipotente, y para hacer que nuestra gloria sea completa y la criatura reciba todos los efectos y los bienes que contienen, todo debe regresar en nuestra Voluntad”.

 Ahora, ¿quién puede decir cómo mi pobre mente nadaba en la inmensidad del Querer eterno?  ¿Lo que comprendía?  Pero lo que más me impresionaba era que el Fiat debía superar al mismo bien de la Redención, con el agregado de una renuencia terrible de manifestar lo que está dicho arriba, por el temor que la obediencia me impusiera el escribirlo.  ¡Oh! cómo habría querido callar, pero con el Fiat no se discute, porque de cualquier modo la victoria debe ser siempre suya.  Después mi dulce Jesús, siempre benigno, regresando me ha dicho:

 “Hija mía, es necesario que lo manifiestes, no por ti, sino por el decoro y santidad que conviene a mi Querer; ¿crees tú que todo el trabajo que he hecho dentro de tu alma por más de cuarenta años ha sido sólo por ti, por lo bien que te quería y te quiero?  ¡Ah, no, ha sido más que todo por el decoro que le convenía a mi Voluntad, para hacer que viniendo Ella a reinar en ti encontrase mi trabajo, mis plegarias incesantes que la invitaban a venir, el trono de mis obras, de mis penas, donde pudiese dominar y formar su morada, la luz de su mismo conocimiento y así pudiese encontrar en ti los honores y su misma gloria divina!  Por eso eran necesarias las tantas manifestaciones mías acerca de la Suprema Voluntad, por la decencia que le conviene.  Ahora tú debes saber que mi Voluntad es más grande y más interminable que la misma Redención, y lo que es más grande lleva siempre frutos y bienes mayores.  Mi Voluntad es eterna, en el tiempo y en la eternidad no tuvo principio ni tendrá jamás fin, en cambio la Redención, si bien es eterna en la mente divina, pero en el tiempo tuvo su principio y fue un producto de la Eterna Voluntad, así que no fue la Redención la que dio vida al Divino Querer, sino fue mi Querer el que dio vida a la Redención, y lo que tiene el poder de dar vida, por naturaleza y por necesidad se debe volver más fructuoso que quien ha recibido la vida.  Pero esto no es todo, en la Creación, la Divinidad sacó fuera de Sí las sombras de su luz, las sombras de su sabiduría, de su potencia, derramó todo su Ser en todo lo creado, así que la Belleza, la armonía, el orden, el amor, la bondad de Dios que se ve en toda la Creación, son semejanzas divinas, sombras de la Majestad Suprema; en cambio mi Voluntad, no nuestra semejanza, nuestra sombra, sino que Ella salió fuera en el campo de la Creación como vida de todas las cosas creadas, así que Ella es vida, base, sostén, vivificación y conservación de todo lo que ha salido de nuestras manos creadoras, por eso a la Suprema Voluntad todo se debe, mi misma Redención, ante Ella dobló las rodillas para implorar que se constituyese vida de cada acto mío, de mi latido, de mi sufrir y hasta de mi respiro, a fin de que pudiese hacer correr en las criaturas las ayudas vitales para salvarlas.  Mi Redención se puede llamar el árbol, cuya raíz es la Divina Voluntad, y así como esta raíz ha producido el tronco, las ramas, las hojas, las flores de todos los bienes que hay en la Iglesia, así también debe producir el fruto de vida que contiene la raíz de este árbol.  Y además, la Creación salió de Nosotros con el único fin de que nuestra Voluntad fuese conocida, amada más que la misma vida, y por eso se constituyó vida de todo, a fin de que fuese cumplida; todas las otras cosas creadas por Nosotros, y aun la misma Redención, fueron dadas como ayudas para facilitar nuestra finalidad, por lo tanto, si no obtenemos nuestra primera finalidad, ¿cómo podemos obtener nuestra gloria completa y cómo la criatura podría recibir el bien establecido por Nosotros?  Además de esto, la Creación, la Redención y el Fiat Voluntas Tua como en el Cielo así en la tierra, simbolizan la Trinidad Sacrosanta, en la que las Divinas Personas son inseparables entre Ellas, así también éstas son inseparables entre ellas, una da la mano a la otra, una ayuda a la otra, pero el triunfo, la gloria, es de las tres, y como nuestra Voluntad ha tenido su puesto primario en todas nuestras obras, por eso la Creación y la Redención quedan eclipsadas y como perdidas en la inmensidad e interminabilidad de la Suprema Voluntad.  Ella todo envuelve y tiene a las mismas cosas hechas por Nosotros como su trono donde reina y domina, por lo tanto, si Ella es todo, ¿por qué te maravillas de que dará frutos mayores que las otras obras nuestras?  Y el hombre recibirá aquella Vida que tiene y no conoce, la cual la tiene como comprimida, ahogada, debilitada, y Ella gime, suspira, porque quiere desenvolver su Vida y no le es concedido; por eso sé atenta, porque el conocimiento de mi Voluntad sacudirá al hombre, y será como cemento a la polilla que produjo el pecado original al árbol de las generaciones humanas, y así, reforzada la raíz, la criatura podrá hacer vivir en sí aquella Vida que con tanta ingratitud rechazó”. Vol. 19 del 19 de Marzo de 1926.

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