Como preparación para Pentecostes.

Imagen de Mariu

¿Qué clase de ayuda será el Espíritu Santo cuando es el propio Jesús que les dice a sus apóstoles:  “Les conviene que Yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré?”


 
 
 

Pentecostés

por Salvador Thomassiny Frías (Notas) el viernes, 25 de mayo de 2012 a la(s) 19:20
 
Imaginemos la escena: Han tratado con Jesús durante tres años, de Él han bebido todas sus enseñanzas, han quedado raptados por su maestro, tanto, que llegan a decirle que no tienen a dónde ir, pues sólo Él tiene palabras de vida eterna, aunque lo que dice les parece tan extraño, como a los  discípulos que se alejaron al decirles que tienen que comer su carne y beber su sangre.  Y sin embargo, «les conviene que se vaya» 
No vamos a entrar en el por qué les conviene, solamente hay que resaltar la importancia del Espíritu Santo.  Es Él el que va a completar la obra de Jesús, es Él quien nos va a decir exactamente quién es Jesús, nos lo va a presentar sin velos, sin incógnitas, nos mostrará al Jesús tanto humano como Divino, pero sobre todo, nos va a explicar el cómo interactuaba su Divinidad con su humanidad creada…
En los escritos de Luisa Piccarreta, encontramos la siguiente afirmación de Jesús:  “Ahora estamos cerca del final de los terceros dos mil años y habrá una tercera renovación, ahora, en esta tercera renovación seré aún más magnánimo con las criaturas y llevaré a cabo la renovación manifestando lo que hacía mi Divinidad en mi Humanidad, cómo obraba mi Querer Divino con mi querer humano, cómo todo quedaba concatenado en Mí, cómo hacía y rehacía todo, y hasta un pensamiento de cada criatura era rehecho por Mí y sellado con mi Querer Divino”.  (Enero 29, 1919)
…Y a esta obra, la tercera obra de Dios, se le llama «Santificación»  Pero, ¿qué tiene que ver el conocer totalmente a Jesús con el santificarnos?

El catecismo de la Iglesia católica nos dice en el número 1701:

“Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación” (GS 22, 1). En Cristo, “imagen del Dios invisible” (Col 1,15; cf 2 Co 4, 4), el hombre ha sido creado “a imagen y semejanza” del Creador. En Cristo, redentor y salvador, la imagen divina alterada en el hombre por el primer pecado ha sido restaurada en su belleza original y ennoblecida con la gracia de Dios”.

 

Si tomamos lo anterior como una verdad, que así debemos considerarlo, entonces ya sabemos por qué a esta tercera obra se le da el nombre de «santificación», porque como dice San Juan en su primera carta (3, 2):

“Carísimos, ya somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manifestado lo que seremos.  Más sabemos que, cuando Jesucristo se manifieste claramente, seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual es”.

 

Así que conociendo a Jesús conoceremos quienes somos, conociendo a Jesús sabré mi finalidad, por esto queda muy clara la relación entre conocer a Jesús, la obra del Espíritu Santo, y nuestra «santificación»

 

Jesús, antes de ser aprendido en la noche del jueves, nos deja dicho algo que podemos tomar como un indicio de hasta dónde quería que llegara el hombre:

“Yo en ellos, Tú en Mí, a fin de que sean uno con Nosotros COMO Tú y Yo somos uno”.

 

El cómo lo resalto, porque ahí está la clave de cuál es la finalidad para nosotros, finalidad asignada por Dios, ser uno con Ellos de la misma manera que las Tres Divinas Personas son uno.  Recordemos que son Tres Personas DISTINTAS y un solo Dios verdadero, por lo tanto la unidad en Dios no es de persona, pues el Padre no es el Hijo, ni éste es el Espíritu Santo, su unidad es en la Divinidad (UN SOLO DIOS) o sea en la Vida Divina, y ahora ya conocemos que la Vida Divina la podemos homologar a su Divina Voluntad.  Y ni más ni menos esto es lo que los escritos de Luisa nos dan a conocer, el cómo obtener esto, el cómo vivirlo, y los resultados que esto logra.

 

Agrega Jesús que el Fiat Voluntas Tua se atribuirá al Espíritu Santo; y es propiamente en el Fiat Voluntas Tua que el Divino Espíritu hará desahogo de su obra (Mayo 17, 1925)

 

Hasta ahora, al Espíritu Santo se le ha designado como el “gran desconocido”, y se piensa que la manifestación que hará sobre la humanidad se limita a otorgarnos sus dones, que son 7, lo cual ha sido tomado de Is 11, 2:

“Y saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz se elevará una flor; y reposará sobre él el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad; y estará lleno del espíritu del temor del Señor.  Dones que según el Catecismo, en el número 1831 tienen las siguientes utilidades:

 

Sabiduría (nos permite entender las cosas divinas)

 

Inteligencia o Entendimiento (por éste, se entiende intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen)

 

Consejo (permite que el alma intuya rectamente lo que debe hacer en una circunstancia determinada. Ayuda a ser buenos consejeros)

 

Fortaleza (fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas; nos ayuda a no caer en las tentaciones)

 

Ciencia (hace capaz a la inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural)

 

Piedad (ayuda a amar a Dios como Padre, y a los hombres como hermanos)

 

Temor de Dios (le da al alma docilidad para apartase del pecado por temor a disgustar a Dios, a respetarlo, darle su lugar). Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cfr: Is: 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.

 

Pero mucho más que estos dones, en la actualidad se buscan con afán desmedido los dones extraordinarios, dones que fueron descritos por San Pablo en I Cor 12, donde los más buscados son: de profecía, curación, don de hacer milagros, los que tienen gracia de socorrer al prójimo, don de gobierno, de hablar todo género de lenguas, de interpretar las palabras.

 

A esto hemos reducido la acción de este Espíritu, pero ahora Jesús nos da a conocer los verdaderos dones que nos quiere comunicar, y a los que debemos aspirar.  Son los dones que de verdad pondrán de manifiesto quién es nuestro Padre, nuestro Creador, nuestro Dios, y hasta dónde nos ama:

 

Dará luz para entender la Divina Voluntad.

 

Leemos en los escritos:  “…Después ha llamado a los ángeles, los cuales se han puesto rostro en tierra a rezar, y como estaban presentes dos padres que debían ver los escritos, Jesús ha dicho a los ángeles que tocaran sus frentes para imprimir en ellos el Espíritu Santo, y así infundirles la luz para poderlos hacer comprender las verdades y el bien que hay en estos escritos.  Los ángeles lo han cumplido y Jesús, bendiciéndonos a todos ha desaparecido. (Septiembre 17, 1924)

 

Los mayores dones que nos puede dar:

 

"…El Espíritu Santo hará desahogo de su amor manifestándote los secretos, los prodigios de mi Querer, los bienes que contiene para hacer felices a aquellos que querrán conocer cuánto bien contiene esta Voluntad Suprema”. (Mayo 4, 1925)

 

“…Tú debes saber que el milagro más grande que nuestro Ser Divino puede hacer, es el manifestar una verdad que nos pertenece, porque ella, primero viene formada, madurada en nuestro seno, y como parto nuestro la sacamos fuera como portadora de Vida Divina para bien de las criaturas.  Y sólo sacamos este parto cuando nuestro amor eleva tanto sus llamas, que para no quedar ahogado sentimos la necesidad de poner fuera nuestros partos divinos. Mira entonces qué cosa ponemos fuera con manifestar una verdad, no el cielo, el sol, el viento, sino nuestra Vida como portadora de Vida Divina a las criaturas, los otros milagros, la misma creación son obras nuestras, no Vida, en cambio las verdades son Vida perenne, y si encuentran quién las recibe, se bilocan, se multiplican en modo increíble para cada una de las criaturas, tanto, que cada una la puede tener para sí como Vida que le pertenece”. (Mayo 16, 1937)

 

Ya conocido el trabajo del Espíritu, ya conocido cuáles son y por qué, los dones más grandes que nos puede dar, ahora en este pentecostés no volvamos a invocar al Espíritu Santo por rutina, no para pedirle dones secundarios, sino para hacerlo desarrollar su obra completa, dejemos que desahogue en amor, y lo que quiere hacer con nosotros es fecundarnos de Vida Divina, restituirnos al plano original, o sea a ser UNO con Dios en Vida Divina, lo cual sólo se logra con la vida real de Jesús en nosotros, y es por eso que nos lo dará a conocer, para fecundarnos con Él.

 

Todo lo anterior se podrá llevar a cabo solamente en los pequeños, o sea en aquellos que se han despojado del todo de su vida humana, para permitir que la Vida Divina se desarrolle en plenitud.

 

CÓMO PREPARARNOS A SU VENIDA

 

«Para que el Espíritu Santo pueda descender y obrar libremente en un corazón, es necesario cultivar en sí mismos la caridad, la fidelidad, la pureza, la oración y la humildad.

 

Los apóstoles se prepararon para su venida con estas virtudes unidas a un INTENSO RECOGIMIENTO. Para aprender éste, así como para aprender las otras virtudes, no tenían más que mirar a María, en Ella el espíritu de recogimiento era intensísimo, incluso en las ocupaciones de la vida Ella sabía vivir recogida en Dios y su gran alegría era poderse aislar en la contemplación, en el silencio, en la soledad.

 

Dios puede hablar en cualquier sitio. Pero su Palabra llega a nosotros, cuyas capacidades de recepción las tenemos limitadas, mucho mejor cuando estamos en soledad que no cuando a nuestro alrededor el prójimo habla, se mueve, se agita con frecuencia en mezquindades humanas.

 

Tomemos a María como modelo; los apóstoles no tuvieron más que verla para aprender cómo se ora para obtener algo de Dios, lo mismo para todas las demás virtudes necesarias para preparar la venida del Paráclito. Era una actitud de recogimiento total, de silencio, tanto exterior como interior, donde las pasiones, los pensamientos, los deseos, todas las vicisitudes de la vida dieron el paso al total abandono, al espíritu de unión (adoración). También ahora el Consolador desciende con mayor facilidad y plenitud, por cuanto más preparado está un espíritu para recibirle.

 

María, la llena de gracia, no necesitaba preparación alguna. Pero Ella ha dado el ejemplo, es nuestra Madre, y las madres son el ejemplo vivo para los hijos. María ya estaba llena del Espíritu Santo, era su Esposa y conocía todos los secretos del Esposo. Pero en María nada debía aparecer distinto a los demás, por ello también Ella recibió, en forma evidente, el Espíritu Santo. Todas las almas, grandes o pequeñas, deben seguir el camino que todos siguen, en las manifestaciones externas, se entiende, sin distinción, sin vanagloria, sin darse unos aires que no son más que soberbia alimentada de hipócrita humildad. Sencillez, siempre, para que el Espíritu venga a nosotros con gusto, y después saber retener el Espíritu Santo con una pureza vivísima. Él no se detiene donde hay impureza. En fin fidelidad a sus inspiraciones.

 

Cosa realmente importante:  el Espíritu Santo no necesita un ambiente especial para manifestarse, NADIE PUEDE DECIRLE CUÁNDO VENIR, Él decide el cuándo, el dónde, y el cómo.