El 15 de Agosto, (dentro de un mes), Celebramos con toda la Iglesia la Asunción de la Virgen María a los Cielos, te invito a preparar tu alma, para una nueva Consagración a su Inmaculado Corazón, ella está formando un Ejercito con sus Hijos, que mejor que a tenido a bien darnos por medio de la Divina Voluntad, el Libro que le dictó a Luisa Piccarreta, "LA REINA DEL CIELO EN EL REINO DE LA DIVINA VOLUNTAD"; iniciemos una lectura meditada para tener presente sus amorosas intenciones, al darse a conocer.
La Santísima Virgen
asunta en el Cielo.
El Ave María junto con Jesús.
Me sentí salir fuera de mí misma en las alturas de los cielos, junto con mi amante Jesús. Parecía que todo estaba de fiesta, Cielo, tierra y purgatorio; todos estaban inundados por un gozo, un júbilo nuevo. Muchas almas salían del purgatorio y como rayos llegaban al Cielo para asistir a la fiesta de nuestra Reina Mamá.
Yo también me empujaba en medio de aquella inmensa multitud de gente, es decir, ángeles, santos y almas del purgatorio que ocupaban ese nuevo Cielo, que era tan inmenso, que el nuestro que vemos en comparación de ese me parecía un pequeño agujero, y mucho más, pues tenía la obediencia y permiso del confesor.
Pero mientras trataba de mirar no veía más que un sol luminosísimo que despedía rayos que toda me penetraban de lado a lado y me transformaban como en un cristal, tanto que descubría muy bien mis pequeños defectos y la infinita distancia que hay entre Creador y criatura; es más, cada rayo tenía su marca: uno mostraba la santidad de Dios, otro la pureza, otro el poder, otro la sabiduría y demás virtudes y atributos de Dios.
Así que mi alma, viendo su nada, sus miserias y su pobreza se sentía aniquilada y en vez de mirar, se postraba de bruces ante ese sol eterno, ante el cual no hay nadie que pueda estar frente a él...
Además, para ver la fiesta de nuestra Mamá Reina se tenía que ver desde dentro de ese sol, pues estando la Santísima Virgen tan sumergida en Dios, mirando desde otros puntos no se veía nada. Ahora, mientras me encontraba en estas condiciones de aniquilamiento ante el sol divino, estando el niñito Jesús en brazos de la Mamá Reina, me dijo:
"Nuestra Mamá está en el Cielo y a ti te doy el oficio de hacerme de mamá en la tierra. Y como mi vida está sujeta continuamente a los desprecios, a la pobreza, a las penas, a los abandonos de los hombres, y mi Madre estando en la tierra fue mi fiel compañera en todas estas penas y además trataba de consolarme en todo, hasta donde sus fuerzas podían, así tú también, haciéndome de mamá, me harás fiel compañía en todas mis penas, sufriendo tú en lugar de Mí hasta donde puedas, y donde no puedas, tratarás de darme al menos un consuelo.
Pero debes saber que te quiero toda ocupada en Mí. Seré celoso hasta de tu respiro si no lo haces por Mí y cuando vea que no estás toda atenta para contentarme, no te daré paz ni reposo."
Entonces empecé a realizar el oficio de su Mamá, pero ¡oh, cuánta atención se necesitaba para contentarlo! Con tal de verlo contento yo no podía ni dirigir una mirada a otra parte...
Ahora Él quería dormir, ahora quería beber, ahora quería que lo acariciara, y yo tenía que estar lista para todo lo que Él quería; ahora decía: "Mamá, me duele la cabeza ¡alíviame!" y yo en seguida le revisaba la cabeza y encontrando espinas se las quitaba, luego, poniéndole mi brazo bajo su cabeza, hacía que reposara, y mientras descansaba, de repente se levantó y dijo:
"Siento un peso y un sufrimiento en el corazón, tanto de sentirme morir; ve qué hay." Y observando en el interior de su corazón encontré todos los instrumentos de la pasión y de uno por uno se los quité y los puse en mi corazón... Viéndolo aliviado, empecé a acariciarlo y a besarlo y le dije:
"Mi solo y único Tesoro, no me has dejado ver la fiesta de nuestra Madre Reina ni escuchar los primeros cánticos que le cantaron los ángeles y los santos cuando hizo su entrada al paraíso."
Y Jesús: "El primer canto que le cantaron a mi Mamá fue el Ave María, porque en el Ave María están contenidas las alabanzas más hermosas, los honores más grandes, y se le renueva el gozo que sintió al ser hecha Madre de Dios; por eso vamos a rezarla juntos para honrarla, y cuando tú vengas al paraíso te haré encontrar esta Ave María como si la hubieras dicho junto con los ángeles aquella primera vez en el Cielo." (1)
(1) Por esto el "Ave María" es tan agradable a la Santísima Virgen, porque cada vez que la rezamos se le renueva "el gozo que sintió al ser hecha Madre de Dios" y ésta debe ser nuestra intención al rezarla en unión con Jesús, para participar nosotros también en ese inefable gozo. Meditemos e imaginemos a Jesús recitando, alabando y glorificando innumerables veces a su Madre Santísima, diciéndole en su intimidad divina, especialmente en la intimidad de su vida oculta: "Ave María, llena de gracia, el Señor (Yo) es contigo, bendita Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Yo) Jesús" (¡Qué Ave María!) Y como el alma que vive en la Divina Voluntad encuentra en acto de hacerse todo lo que Dios ha hecho, se puede unir a las mismas oraciones íntimas de Jesús y repetir en este modo el "Ave María".
Entonces rezamos la primera parte del Ave María juntos. ¡Oh, cómo era tierno y conmovedor saludar a nuestra Mamá Santísima junto con su querido Hijo! Cada palabra que Él decía daba una luz inmensa en la que se comprendían muchas cosas sobre la Virgen Santísima, pero ¿quién puede decirlas todas, y menos yo por mi incapacidad? Por eso hago silencio. Vol. 11 Agosto 15 de 1899.