
En estos días pasados no había escrito nada de lo que Jesús me había dicho, sentía una aversión, y Jesús al venir me ha dicho:
“Hija mía, ¿por qué no escribes? Mi palabra es luz y así como el sol resplandece en todos los ojos, de modo que todos tienen luz suficiente para todas sus necesidades, así cada palabra mía es más que un sol, que puede ser luz suficiente para iluminar cualquier mente y enfervorizar cualquier corazón. Así que cada palabra mía es un sol que sale de Mí, que por ahora te sirve sólo a ti, pero escribiéndola servirá para otros; y tú no escribiéndola vienes a sofocar este sol en Mí y a impedir el desahogo de mi Amor y todo el bien que podría hacer un sol.”
Y yo: “¡Ah, Jesús mío! ¿Quiénes leerán palabra por palabra todos estos escritos que Tú me dictas?”
Y Él: “Esto no debe interesarte a ti, sino a Mí, y aunque no fuera ninguno, lo que no será, los tantos soles de mis palabras surgirán majestuosos poniéndose para bien de todos; en cambio, si no las escribes impides que el sol surja, y harías tanto mal como uno que pudiera impedir que el sol surgiera sobre el horizonte, ¿cuántos males no haría a la tierra? Él a la naturaleza y tú a las almas. Además, es gloria del sol resplandecer majestuoso y tomar como en un puño la tierra y a todos con su luz, el mal es para quien no la aprovecha. Así será del sol de mis palabras, será gloria mía el hacer surgir tantos diferentes soles encantadores y bellos por cuantas palabras digo, el mal será para quien no las aproveche.”
Octubre 13, 1906 Vol. 07