Continuando mi habitual estado, apenas se hacía ver mi siempre amable Jesús, pero tan afligido que daba piedad, yo le he dicho: “¿Qué tienes Jesús?” Y Él:
“Hija mía, habrán y sucederán cosas imprevistas, de improviso y estallarán revoluciones por todas partes. ¡Oh, cómo empeorarán las cosas!”