La Oración del alma en la Divina Voluntad

Imagen de Mariu

 

El alma en la Divina Voluntad ora como Jesús, satisface al Padre y repara por todos, tal como lo hizo Él.

 

Mientras estaba rezando, mi amable Jesús se puso junto, y oía que también Él rezaba y yo me puse a oírlo, entonces me dijo:

“Hija mía, reza, pero reza como rezo Yo, es decir, ponte toda en mi Voluntad, y en Ella encontrarás a Dios y a todas las criaturas, y haciendo tuyas todas las cosas de las criaturas, las darás a Dios como si fuera una sola criatura, porque el Querer Divino es el dueño de todas, y pondrás a los pies de la Divinidad los actos buenos para darle honor, y los malos para repararlos con la Santidad, Potencia e Inmensidad de la Divina Voluntad a la que nada escapa.

Esta fue la Vida de mi Humanidad en la tierra, por cuan Santa era mi Humanidad tenía necesidad de este Divino Querer para dar completa satisfacción al Padre y redimir a las generaciones humanas, porque sólo en este Divino Querer Yo encontraba todas las generaciones, pasadas, presentes y futuras, y todos sus actos, pensamientos, palabras, etc., como en acto, y en este Santo Querer, sin que nada me escapara, Yo tomaba todos los pensamientos en mi mente y por cada uno en particular Yo me presentaba ante la Majestad Suprema y los reparaba; y en esta misma Voluntad descendía en cada mente de criatura, dándole el bien que había impetrado para su inteligencia.

En mis miradas tomaba todos los ojos de las criaturas; en mi voz, sus palabras; en mis movimientos, los suyos; en mis manos, sus obras; en mi corazón, los afectos, los deseos; en mis pies, sus pasos; y haciéndolos como míos en este Divino Querer, mi Humanidad satisfacía al Padre y Yo ponía a salvo a las pobres criaturas y el Padre Divino quedaba satisfecho, no podía rechazarme, siendo el Santo Querer Él mismo, ¿se habría rechazado Él mismo?

Ciertamente que no, y mucho más que en estos actos encontraba santidad perfecta, belleza inalcanzable y raptora, amor sumo, actos inmensos y eternos, potencia invencible.

Esta fue toda la Vida de mi Humanidad en la tierra, desde el primer instante de mi concepción hasta el último respiro, para continuarla luego en el Cielo y en el Santísimo Sacramento.

Ahora, ¿por qué no puedes hacerlo también tú? Para quien me ama todo es posible, unida conmigo en mi Voluntad, toma y lleva ante la Majestad Divina en tus pensamientos, los pensamientos de todos; en tus ojos, las miradas de todos; en tus palabras, en tus movimientos, en tus afectos, en tus deseos, todos los de tus hermanos, para repararlos, para impetrar para ellos luz, gracia, amor.

En mi Querer te encontrarás en Mí y en todos, harás mi Vida, rezarás como Yo, y el Padre Divino por esto quedará contento, y todo el Cielo te dirá:

‘¿Quién nos llama en la tierra? ¿Quién es quien quiere encerrar este Santo Querer en sí, encerrando a todos nosotros juntos?’

¿Y cuánto bien no puede obtener la tierra haciendo descender el Cielo a la tierra?”  Volumen 11  Mayo 3 de 1916