Sustituir los Actos de las criaturas

Imagen de Mariu

 

Sustituir los actos de las criaturas, rehacer de un modo divino el propio pasado

Las maravillas del vivir en la Divina Voluntad

 

Examinemos dos capítulos de los Escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta.

En este primer texto de los escritos de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta, el Señor habla de “recoger”, “transformar” LOS ACTOS DE LOS DEMÁS:

“… Después de eso, continuaba mi recorrido en el “FIAT” Divino para llevar todos los actos de las criaturas como homenaje a mi Creador y estaba pensando: “Si puedo recoger todo lo que han hecho y meterlo todo en el Querer Divino, ¿no se convertirán en actos de Divina Voluntad?”

Y mi dulce Jesús ha añadido: “Hija mía, cada acto de las criaturas tiene su propio germen según como ha sido hecho. Si no ha sido hecho en mi «FIAT» Divino no posee su embrión, por lo tanto nunca podrá ser un acto de mi Voluntad; porque en el momento de hacerlo faltaba su germen de luz, que tiene el poder de convertirlo en sol, siendo su germen de luz como primer acto en el acto de la criatura. En los actos de la criatura sucede que, si una persona tiene semillas de flores, sembrándolas tendrá flores, y si siembra semillas de frutos, tendrá frutos. La semilla de flores no dará frutos ni la de fruto dará flores, sino que cada una dará conforme a la naturaleza de su semilla. Así son los actos de las criaturas: si el acto ha sido hecho con un fin bueno, con un fin santo, para agradarme, para amarme, en un acto se verá el germen de la bondad, en otro el germen de la santidad, el germen de agradarme, el germen de amarme. Estos gérmenes no son luz, sino que uno representa la flor, otro el fruto, otro una plantita y otro una piedra preciosa, y Yo siento el homenaje de la flor, del fruto, etc., pero no el homenaje que puede darme un sol; y todos esos actos, cuando tú los recoges para meterlos en mi «FIAT», siguen siendo lo que son, cada uno conserva la naturaleza que la semilla le ha dado, y se ve que son los actos que puede hacer la criatura, no los actos que puede hacer mi Divina Voluntad con su germen de luz en el acto de ella. La Voluntad Divina no cede el germen sino cuando la criatura vive en Ella y en sus actos le da el primer puesto de honor (Volumen 28, 12.03.1930)

Por lo tanto, a la pregunta de Luisa la respuesta es: “No, no cambian; si los actos hechos por las criaturas han sido actos humanos, siguen siendo actos humanos”.

Se comprende este texto, pero ha de ser completado a la luz del conjunto de los Escritos. Así,

“… Ah, hija mía, la actual generación merecería ser destruida del todo, y si permitiré que quede un poco de ella, es para formar estos soles de la santidad de vivir en mí Querer, que a ejemplo mío me devolverán todo lo que me debían las demás criaturas pasadas, presentes y futuras. Entonces la tierra me dará verdadera gloria y mi «FIAT VOLUNTAS TUA, así en la tierra como en Cielo» se cumplirá y será escuchado por Dios” (Vol. 12, 27.11.1917)

“… A tu eslabón de unión conmigo se unirán otros eslabones de las criaturas y tendré una legión de almas que viviendo en mi Querer reharán todos los actos de las criaturas, y recibiré la gloria de tantos actos suspendidos, hechos sólo por Mí, hechos también por las criaturas, y éstas de todas clases: vírgenes, sacerdotes, seglares, conforme a su propio oficio. Ya no obrarán humanamente, sino que penetrando en mi Querer, sus actos se multiplicarán por todos, de un modo totalmente divino, y recibiré de parte de las criaturas la gloria divina de tantos sacramentos recibidos y administrados de un modo humano, de otros profanados, de otros enfangados por el interés, de tantas obras buenas en que me siento más deshonrado que honrado…” (Vol. 12, 29.01.1919)

“… Y siendo mi Voluntad la rueda central de mi Ser, de la Creación y de todo, lo que tú haces, saliendo de este centro, sustituirá tantos actos de las criaturas y, multiplicándose en los movimientos de todos como movimiento central, vendrá a depositar ante mi trono, de parte de las criaturas, sus actos, sustituyendo todo…”(Vol. 12, 04.02.1919)

 “Hija amada de mi Querer, ¿quieres venir a sustituir en mi Voluntad de un modo divino tantos actos no hechos por los demás hermanos nuestros, tantos otros hechos de un modo humano y otros actos, santos, sí, humanos, mas no en orden divino? Yo hice todo en orden divino, pero aún no estoy contento: quiero que la criatura entre en

mi Voluntad y que de un modo divino venga a besar mis actos, sustituyéndolos todos, como hice Yo. Por eso ven, ven: lo suspiro, lo deseo tanto, que para Mí es una fiesta cuando veo que la criatura entra en este ambiente divino y, multiplicándose conmigo, se multiplica en todos y ama, repara, sustituye a todos y por cada uno de un modo divino. Las cosas humanas ya no las reconozco en ella, sino que son todas cosas mías. Mi Amor surge y se multiplica, los actos de reparación se multiplican infinitamente, las sustituciones son divinas. ¡Qué alegría! ¡Qué fiesta! Los mismos santos se unen a Mí y hacen fiesta, esperando con ardor que una hermana suya sustituya sus mismos actos, que son santos en orden humano, pero no en el orden divino. Me piden que haga entrar enseguida a la criatura en este ambiente divino y que todos sus actos sean sustituidos sólo con el Querer Divino y con la característica del Eterno. Lo he hecho Yo por todos; ahora quiero que lo hagas tú por todos”. (Vol. 12, 13.02.1919)

En otras palabras, los actos de las demás criaturas (que siguen siendo humanos, que no se transforman en actos de Divina Voluntad porque en ellos faltó “el germen” de la Divina Voluntad) tienen que ser sustituidos por actos divinos. Es lo que hizo Ntro. Señor para redimirnos. Para aquellos que hicieron sus actos humanos, siguen siendo humanos, pero ante Dios tiene que presentarse otra “hermana suya” que los sustituya de un modo divino, de manera que Dios reciba de parte de ellos una adoración, gloria, acción de gracias, reparación, amor, etc. de un modo divino, como si ellos se lo hubieran dado.

“… Después de eso seguía mi recorrido en los actos de la Divina Voluntad, y oh, ¡cómo quisiera abrazar todo, incluso lo que han hecho todos los bienaventurados, para dar en cada acto honor y gloria a Dios y a los santos y para servirme de los mismos actos hechos por ellos, para honrarles. Y mi amado Jesús ha añadido:

“Hija mía, cuando la criatura recuerda, honra, glorifica lo que ha hecho su Creador por amor suyo y su Redentor para salvarla, y todos los santos, se hace protectora de todos esos actos. El cielo, el sol y toda la Creación se sienten protegidos por la criatura; mi vida terrena acá abajo, mis penas, mis lágrimas, sienten tener un refugio en ella y encuentran su protectora; los santos hallan en su recuerdo no sólo la protección, sino sus mismos actos vivificados, renovados en medio de las criaturas; es decir, sienten que se les devuelve la vida en sus actos.

Oh, cuántas obras bellas, cuántas virtudes quedan como sepultadas en el bajo mundo, porque no hay quien las recuerde y le dé honor. El recuerdo llama las obras del pasado y las hace como presentes. ¿Sabes lo que pasa?

Sucede un intercambio: la criatura se hace protectora con su recuerdo, y todas nuestras obras, la Creación, la Redención y todo lo que han hecho los santos, se hacen protectores de su protegida, se ponen a su alrededor para protegerla, para defenderla, le hacen de centinelas; y mientras se refugian en ella para ser protegidos, cada obra nuestra, todas mis penas y todas las obras y virtudes de mis santos van a porfía, relevándose en hacerle guardia de honor para que quede defendida por todo y por todos. Y luego, no hay honor más grande que tú puedas dar, cuando te sirves para pedir en cada acto el Reino de la Divina Voluntad: todos se sienten llamados y puestos a hacer de mensajeros entre el Cielo y la tierra de un reino tan santo.

Debes saber qué pasado, presente y futuro, todo ha de servir al Reino del «Fiat» Divino. Ahora bien, por tu recuerdo, cuando pides este Reino por medio de nuestras obras y por medio de las virtudes y actos de todos, todos se sienten puestos a su servicio y toman su propio oficio y su puesto de honor. De manera que tu girar es necesario, porque sirve para preparar el Reino de la Divina Voluntad. Por tanto sé atenta y sigue.” Vol. 30

Un segundo texto habla de “transformar” LOS ACTOS HUMANOS DEL PROPIO PASADO EN ACTOS DIVINOS:

“Hija mía, cuando la criatura llama en sus actos a mi Voluntad para vivir en Ella, mi Voluntad inunda la criatura y su acto con su fuerza creadora, renovando su vida divina.

 Supón que la llame mientras está obrando; mira lo que hace mi Querer: pone en acto todas las veces que la criatura ha obrado, reúne esos actos como si fueran un solo acto y, empleando su fuerza creadora, transforma en divino todo lo que la criatura ha hecho y está haciendo, lo sella con la santidad de sus obras y le da nuevo mérito y gloria, como si hubiera hecho todo de nuevo por amor suyo.

 Si ama, llama a vida todas las veces que ha amado y las hace un solo amor; si sufre, llama a vida cuantas veces ha sufrido, las reúne, les pone el sello de penas divinas y les da el nuevo mérito de todas las veces que ha amado y sufrido. Es decir, que todo lo que ha hecho y repite, todo vuelve a estar en acto, reunido todo junto, para recibir nueva belleza, santidad, gracia, frescor, amor y nuevo mérito.

En mi Voluntad no hay actos separados ni divididos, sino suma unidad; todo se ha de sentir que es mío. Con esta sola diferencia, que en la criatura está nuestro acto creador y creciente, mientras que nuestro Ser Supremo no está sujeto a crecer ni a disminuir.

Es tanta nuestra plenitud, inmensidad e infinidad que, para desahogar nuestro amor, sentimos la necesidad de dar y de amar a las criaturas y de ser amados, pero sin que disminuyamos en nada. Por eso estamos atentísimos, estamos como en guardia, para ver cuando quiere hacer vida en nuestro Querer, para tener ocasión de amarla aún más y enriquecerla con nuestro amor, para que nos ame.

Podemos decir que la cubrimos con nuestro Ser Divino, la acostumbramos a estar con Nosotros, para gozar de ella y darle de lo nuestro, y cuando ella, sacudida por la fiebre de nuestro amor, de nuestro aliento ardiente que continuamente le dice «te amo, te amo, oh hija», hace suyo nuestro eco y nos repite «te amo, te amo, Vida de mi vida, Amor de mi amor, Padre mío, Creador mío, todo mío, te amo», entonces nos hace sentir una fiesta y nos da las puras alegrías que queremos, porque le hemos dado la vida. Por eso queremos que esté en nuestra Voluntad, para tenerla como la queremos, para darle lo que queremos darle y para recibir lo que queremos de ella.

Fuera de nuestro «Fiat», nuestro amor queda bloqueado por ella; hay tanta separación entre ella y Nosotros, que ella llega a sentirse lejos de Nosotros y a tenernos a Nosotros lejos de ella, y llega incluso a temernos y a tener miedo de Nosotros.

¡Voluntad humana, dónde arroja la criatura que tanto amo!” Vol. 34, 23.05.1937

Al decir que “transforma en divino todo lo que (la criatura) ha hecho y está haciendo”, significa que sus propios actos de su pasado no eran divinos, sino sólo humanos. Y esto es motivo de inmensa alegría: poder rehacer el propio pasado de un modo divino, es mucho más que anular cualquier deuda de purgatorio.

 Por eso conviene tomar toda la vida de Ntro. Señor para cubrir, para sustituir de un modo divino, digno de Él, nuestra vida.

Cuando se trata de los actos de las otras criaturas podemos –si de veras vivimos en la Divina Voluntad– sustituirlos con actos divinos, pero no podemos convertirlos en actos divinos, porque fueron hechos por otras voluntades, mientras que en el caso de nuestros propios actos pasados, sí que podemos hacerlo, porque fueron hechos por la misma voluntad que ahora llama a la Voluntad Divina a que los transforme.

En el capítulo del Vol. 30 antes citado, el Señor ha dicho: “El recuerdo llama las obras del pasado y las hace como presentes”. En nuestra condición de peregrinos en este mundo podemos llamar el pasado mediante el recuerdo y la intención. Pero en la realidad objetiva el pasado y el futuro no existen: todo está presente. Hacer presentes las obras del pasado es lo que dijo Jesús:

 “Todo escriba que ha llegado a ser discípulo del Reino de los Cielos es semejante al Dueño de casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas” (Mt 13,52)

Dr. Salvador Tomassiny Frias.

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