¿Por qué necesitamos un corazón nuevo?

Imagen de Mariu

4-33

Noviembre 16, 1900

 

Jesús le quita el corazón, y le da su amor por corazón.

 

(1) Esta mañana, habiendo recibido la comunión, mi adorable Jesús hacía ver todo mi interior lleno de flores, como si fuera una cabaña, y a Él que estaba dentro recreándose y complaciéndose todo. Yo, viéndolo en esa actitud le he dicho: “Mi dulcísimo Jesús, ¿cuándo será que tomes este corazón mío para uniformarlo todo al tuyo, de modo que pueda vivir de la vida de tu corazón?” Mientras esto decía, mi sumo y único bien ha tomado una lanza y me ha abierto la parte que corresponde al corazón; después con sus manos lo ha sacado y lo miraba todo para ver si estaba despojado, y tuviese las cualidades para poder estar en su santísimo corazón. También yo lo he mirado, y con mi sorpresa he visto impresa en una parte la cruz, la esponja y la corona de espinas, pero queriendo verlo por la otra parte y por dentro porque parecía hinchado, como si pudiera abrirse, mi amado Jesús me lo ha impedido diciéndome:

(2) “Quiero mortificarte no dejándote ver todo lo que he derramado en este corazón. Ah, sí, aquí, dentro de este corazón están todos los tesoros de mis gracias, que humana naturaleza puede llegar a contener”.

(3) En ese momento lo encerró en su santísimo corazón, agregando:

(4) “Tu corazón ha tomado posesión en mi corazón, y Yo por corazón te doy mi amor, que te dará vida”.

(5) Y acercándose a esa parte ha mandado tres respiros conteniendo luz, que tomaban el lugar del corazón, y después ha cerrado la herida diciéndome:

(6) “Ahora más que nunca te conviene fijarte en el centro de mi Querer, teniendo por corazón sólo mi amor; ni siquiera por un solo instante debes salir de Él, y mi amor sólo encontrará en ti su verdadero alimento, si encuentra en ti, en todo y por todo, mi Voluntad, en Ella encontrará su contento y la verdadera y fiel correspondencia”.

(7) Después acercándose a la boca me ha mandado otros tres respiros, y al mismo tiempo ha derramado un licor dulcísimo que toda me embriagaba. Entonces, como llevado por entusiasmo decía:

(8) “Mira, tu corazón está en el mío, así que no es más tuyo”.

(9) Y me besaba y me volvía a besar, y me hacía mil finezas de amor; ¿pero quién puede decirlas todas? Me resulta imposible manifestarlas. ¿Quién puede decir lo que sentía al encontrarme en mí misma? Sólo sé decir que me sentía como si no fuera más yo, sin pasiones, sin inclinaciones, sin deseos, toda abismada en Dios; en la parte del corazón sentía un frío sensible en comparación con las otras partes.

 

+  +  +  +

 

4-34

Noviembre 18, 1900

 

La unión del corazón con el de Jesús, hace

pasar al estado de perfecta consumación.

 

(1) Jesús sigue teniendo mi corazón en su corazón, y de vez en cuando se digna hacérmelo ver, haciendo fiesta como si hubiera hecho una gran adquisición, y en estos días encontrándome fuera de mí misma, en la parte que corresponde al corazón, en vez del corazón veo la luz que el bendito Jesús me envió en aquellos tres respiros. Después, esta mañana al venir, mostrándome su corazón me ha dicho:

(2) “Amada mía, ¿cuál quieres, mi corazón o el tuyo? Si quieres el mío te tocará sufrir más; pero debes de saber que he hecho esto para hacerte pasar a otro estado, porque cuando se llega a la unión se pasa a otro estado, que es el de la consumación, y el alma para pasar a este estado de perfecta consumación, tiene necesidad, o de mi corazón para vivir, o del suyo todo transformado en el mío, de otra manera no puede pasar a este estado de consumación”.

(3) Y yo temiendo toda respondí: “Dulce amor mío, mi voluntad no es más mía sino tuya, haz lo que quieras y yo estaré más contenta”. Después de esto me he acordado de algunas dificultades del confesor, y Jesús viendo mi pensamiento me ha hecho ver como si yo estuviera dentro de un cristal, y éste impedía hacer ver a los demás lo que el Señor obraba en mí, y ha agregado:

(4) “Sólo se conoce el cristal y lo que contiene dentro, a los reflejos de la luz; así es para ti, quien trae la luz de la creencia tocará con mano lo que Yo obro en ti, si no, advertirá las cosas naturalmente”.

 

+  +  +  +

 

4-35

Noviembre 20, 1900

 

Debiendo vivir del corazón de Jesús, Él le da

reglas para aprender un vivir más perfecto.

 

(1) Encontrándome fuera de mí misma, mi adorable Jesús continúa haciéndome ver mi corazón en el suyo, pero tan transformado que no reconozco más cuál es el mío y cual el de Jesús. Lo ha conformado perfectamente con el suyo, le ha impreso todas las insignias de la Pasión, haciéndome entender que su corazón, desde que fue concebido, fue concebido con estas insignias de la Pasión, tanto, que lo que sufrió en lo último de su vida fue un desbordamiento de lo que su corazón había sufrido continuamente. Me parecía verlos como el uno así el otro. Me parecía ver a mi amado Jesús ocupado en preparar el lugar donde tenía que poner el corazón, perfumándolo y adornándolo con tantas diversas flores, y mientras esto hacía me ha dicho:

(2) “Amada mía, debiendo vivir de mi corazón te conviene emprender un modo de vivir más perfecto, por eso quiero de ti:

(3) 1º Uniformidad perfecta a mi Voluntad, porque jamás podrás amarme perfectamente sino hasta que me ames con mi misma Voluntad; más bien te digo que amándome con mi misma Voluntad, llegarás a amarme a Mí y al prójimo con mi mismo modo de amar.

(4) 2º Humildad profunda, poniéndote ante Mí y ante las criaturas como la última de todas.

(5) 3º Pureza en todo, porque cualquier mínima falta de pureza, tanto en el amar como en el obrar, todo se refleja en el corazón, y éste queda manchado, por eso quiero que la pureza sea como el rocío sobre las flores al despuntar el sol, en el que reflejándose los rayos, transmuta esas pequeñas gotitas como en tantas perlas preciosas que encantan a las gentes. Así todas tus obras, pensamientos y palabras, latidos y afectos, deseos e inclinaciones, si están adornadas por el rocío celestial de la pureza, tejerás un dulce encanto no sólo a los ojos humanos, sino a todo el Empíreo.

(6) 4º La obediencia va unida con mi Voluntad, porque si esta virtud se refiere a los superiores que te he dado en la tierra, mi Voluntad es obediencia que se refiere a Mí directamente, tanto que se puede decir que la una y la otra, ambas son virtud de obediencia, con esta sola diferencia, que una se refiere a Dios y la otra se refiere a los hombres, las dos tienen el mismo valor y no puede estar la una sin la otra, por lo que a las dos las debes amar de una misma manera”.

(7) Después ha agregado: “Debes saber que de ahora en adelante vivirás con mi corazón, y debes entendértela a modo de mi corazón, para encontrar en ti mis complacencias, por eso te lo encomiendo, porque no es más corazón tuyo, sino corazón mío”.

 

+  +  +  +

 

4-36

Noviembre 22, 1900

 

Jesús se pone en el lugar del corazón de Luisa.

Le dice el alimento que quiere de ella.

 

(1) Continúa haciéndose ver mi adorable Jesús. Esta mañana, habiendo recibido la comunión, lo veía en mi interior, y los dos corazones tan fundidos que parecían uno, y mi dulcísimo Jesús me ha dicho:

(2) “Hoy he decidido darte en lugar del corazón, a Mí mismo”.

(3) En ese momento he visto que Jesús tomaba lugar en aquel punto donde está el corazón, y de dentro de Jesús recibía la respiración y sentía el latido del corazón; ¡cómo me sentía feliz viviendo de esta manera!.

(4) Después de esto ha agregado: “Habiendo Yo tomado el lugar del corazón, te conviene tener un alimento siempre preparado para nutrirme, el alimento será mi Querer, y todo lo que te mortificarás y de lo que te privarás por amor mío”.

(5) Pero quién puede decir todo lo que en mi interior ha pasado entre Jesús y yo, creo que es mejor callar, de otra manera siento como si lo estropeara. No estando mi lengua adiestrada para hablar de gracias tan grandes que el Señor ha hecho a mi alma, no me queda otra cosa que agradecer al Señor que tiene consideración de un alma tan miserable y pecadora.

 

+  +  +  +

 

4-37

Noviembre 23, 1900

 

Modo en el cual están las almas en Jesús.

 

(1) Encontrándome en mi habitual estado, mi amante Jesús me ha transportado fuera de mí misma, y saliendo de dentro de mi interior se hacía ver tan grande que absorbía en Él toda la tierra, y extendía tanto su grandeza que mi alma no encontraba el término, me sentía dispersa en Dios, no sólo yo, sino todas las criaturas quedaban dispersas; y ¡oh, cómo parecía impropio, qué afrenta se hace a Nuestro Señor, el que nosotros, pequeños gusanos, viviendo en Él osemos ofenderlo! ¡Oh, si todos pudieran ver el modo como estamos en Dios, cómo se cuidarían de no darle ni siquiera la sombra de un disgusto! Después se hacía tan alto que absorbía en Él todo el Cielo, así que en Dios mismo veía a todos los ángeles y santos, oía su canto, entendía muchas cosas de la felicidad eterna. Después de esto veía que de Jesús salían muchos arroyos de leche y yo bebía de ellos, pero siendo yo muy restringida, y Jesús tan grande y alto que no tenía límite ni de grandeza ni de altura, no lograba absorberlo todo en mí; muchos corrían fuera, si bien permanecían en Dios mismo, y yo sentía un disgusto por ello y hubiera querido que todos corrieran a beber de estos arroyos, pero escasísimo era el número de los viadores que bebían; Nuestro Señor disgustado también por esto me ha dicho:

(2) “Esto que tú ves es la misericordia contenida, y esto irrita mayormente a la justicia; ¿cómo no debo hacer justicia, mientras que ellos mismos me impiden la misericordia?”

(3) Y yo, tomándole las manos lo he estrechado diciendo: “No Señor, no puedes hacer justicia, no lo quiero yo, y no queriéndolo yo tampoco Tú lo quieres, porque mi voluntad no es más mía, sino tuya, y siendo tuya, todo lo que yo no quiero tampoco Tú lo quieres; ¿no me lo has dicho Tú mismo, que debo vivir en todo y por todo de tu Querer?”

(4) Mi hablar ha desarmado a mi dulce Jesús, se ha empequeñecido de nuevo y se ha encerrado en mi interior, y yo me he encontrado en mí misma.